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miércoles, 31 de enero de 2018



LA APOROFOBIA

Ismael García C.

En 1995​ la filósofa Adela Cortina Orts, catedrática de Ética y Filosofía Política de la Universidad de Valencia, escribiendo para una columna en ABC Cultural en la que denunciaba que bajo muchas de las actitudes racistas xenófobas, late una fobia a los pobres, creó el neologismo “aporofobia”​(del griego άπορος (á-poros), sin recursos, indigente, pobre; y φόβος, (fobos), miedo) para referirse al miedo hacia la pobreza y hacia los pobres; es una patología social adquirida que consiste en un sentimiento de miedo y en una actitud de rechazo a quien carece de medios de vida, que implica odio, repugnancia u hostilidad hacia el pobre, el desamparado.
Cortina empleo el neologismo en artículos, libros y conferencias, y también fue utilizado por  luchadores sociales y organizaciones quienes apoyaron su propuesta publicada en el año 2000 en El País, para la incorporación de la palabra aporofobia al Diccionario de la Lengua Española. En mayo de 2017 la Fundación del Español Urgente (Fundéu) lo consideró un «neologismo válido»​ y en septiembre de ese año​ la Real Academia Española lo incluyó en el Diccionario. ​En septiembre de 2017, el Senado español incluyó la aporofobia como agravante en el Código Penal. Aporofobia fue elegida palabra del año 2017 por Fundéu BBVA.
La aporofobia se diferencia de la xenofobia y del racismo, pues la xenofobia solo se refiere al rechazo al extranjero y el racismo es la discriminación a grupos étnicos. La aporofobia no discrimina ni margina socialmente a personas inmigrantes o de otras etnias poseedoras de riqueza y/o relevancia social y mediática.
La pobreza es una situación circunstancial, indeseable e injusta y no forma parte de la identidad humana.​ La aporofobia se transmite desde una construcción social que sitúa en el imaginario social a los pobres como posibles delincuentes y no como posibles víctimas de la inequidad. Algunas políticas públicas orientadas a la seguridad y a la convivencia, y el tratamiento mediático refuerzan la deshumanización de los pobres marcando una distancia simbólica entre capas sociales, por lo que quienes se creen superiores marginan al pobre por suponerlo fracasado y no se sienten obligados a tratarlo conforme a normas sociales, morales y de justicia.​ Las creencias y mitos que culpan a los pobres por su precariedad subyacen a la aporofobia y se les culpa de su exclusión social sin valorar las condicionantes económicas, sociales y políticas.
El economista Adam Smith, en su libro Teoría de los sentimientos morales en 1759, expresaba que: “Esta disposición a admirar y casi venerar al rico y al poderoso y a menospreciar o, al menos, desdeñar a las personas de condición pobre y humilde, si bien necesaria para establecer y mantener la distinción de rangos y el orden de la sociedad, es, al mismo tiempo, la causa mayor y más universal de la corrupción de nuestros sentimientos morales”.
El neoliberalismo alienta la aporofobia porque al desregular todas las situaciones económicas y sociales aumentan las desigualdades. A través de la historia siempre han existido grupos privilegiados que intentan resguardar su posición y eso mantiene la tendencia aporofóbica.
Cortina analiza a la aporofobia en lo ético, cívico y social y propone enfrentarla desde la educación, la política y las instituciones, promoviendo cambios sociales con apoyo en las ciencias, favoreciendo el empoderamiento de las personas en situación de desventaja y exclusión social e impulsando el reconocimiento de la igualdad en la diferencia, el reconocimiento de que todos tenemos dignidad y valor. Postula que la calidad de una sociedad democrática se mide por la capacidad de reconocer la dignidad en las personas, no solo por su estructura política, jurídica y social. Se trata de transformar y mejorar la sociedad en lo social y ético-cívico, pero se fracasaría de no empoderar moralmente a los ciudadanos.
La aporafobia es compleja y multifactorial desde lo neurobiológico, psicológico y social, pero puede tratarse aplicando experiencias reparadoras o sanadoras, como educar en y para la autonomía y la compasión, y comportamientos y actitudes inclusivos. Pero Cortina advierte que no habría fruto sin el reconocimiento, el respeto, la mutua obligación, sin una relación que posibilite una inclusión auténtica, pues vivimos en sociedades contractualitas, intercambiando favores y se margina a quien no puede hacerlo, se menosprecia, se infrahumaniza al pobre creyéndolo incapaz de intercambiar e “indigno” de recibir, privándolo de sus derechos.
Se debe revertir la tendencia aporofóbica en la familia, en la escuela, en la vida pública en la que  adulan a los poderosos. Pero se requiere crear un estado social de derecho que garantice derechos de primera y segunda generación, es decir, económicos, sociales y culturales para todos.
Cortina plantea una acción transformadora desde la conciencia social de que la pobreza anula la libertad, obstaculiza los proyectos de vida y la felicidad, porque los pobres carecen de oportunidades mientras la elite acumula riquezas. Se requiere impulsar una ética cívica en actividades sociales y económicas, de una ciudadanía autónoma, empoderada y el desarrollo de políticas antipobreza que reduzcan las desigualdades sin desdeñar lo afectivo.
Ante el éxodo de inmigrantes económicos y de refugiados políticos se debe construir una sociedad cosmopolita donde la hospitalidad sea una virtud, pero también un deber y un derecho, un signo de civilización y una exigencia ética a partir del reconocimiento de la dignidad propia y la ajena, evidenciada en la gestión corresponsable de las condiciones sociales, jurídicas y políticas, erradicando las exclusiones con la solidaridad y la compasión.
El esfuerzo transformativo se ancla en la educación desde la familia, la escuela, y distintos ámbitos de la vida pública, dirigida y orientada a formar ciudadanos compasivos, interrelacionados solidariamente, empáticos con los que sufren y comprometidos con los excluidos a causa de la pobreza. 
Para Cortina el mayor riesgo de la aporofobia es la invisibilidad de las víctimas. “La conciencia no capta a los mendigos sin hogar y nuestro cerebro disociativo tiende a olvidar la pobreza en vez de buscar soluciones.  La sociedad prefiere que los excluidos estén escondidos, pues le molestan los pobres "extranjeros, nacionales o de la propia familia”, enorgullece el pariente rico.
Hay partidos políticos que se benefician con la exclusión de los pobres. Donal Trump, presidente de Estados Unidos pone un muro en la fronera con México y no frente a Canada, y no satifecho irrespeta a las naciones pobres como El Salvador, Haití y algunos de África, atropellando derechos y principios democráticos como la libertad y la justicia.
Hay antecedentes históricos de la corrupción y existen organizaciones que se dedican a corromper. La política no debe dejarse permear por los negocios ni los negocios deben coimear a la política, pues las empresas deben ayudar al desarrollo social y los políticos deben impulsar el bienestar común gestionando bien los recursos públicos. Para Cortina la ética permite "abaratar costes en dinero y sufrimiento y crear riqueza, mientras su falta provoca fuga de capitales y pobreza. Se requieren sociedades muy morales que resuelvan las injusticias, y "personas excelentes" para hacer una sociedad justa, cambiar las políticas económicas actuales y cesar los discursos de odio que empeoran la crisis y la pobreza; ante radicalismos excluyentes y actitudes opuestas a la convivencia armónica se debe avanzar hacia la solidaridad y la justicia.
Referencias
Cortina, Adela. (2017) Aporofobia, el rechazo al pobre. Un desafío para la democracia, Barcelona, Paidós, 200 pp.

Santa Ana, El Salvador, domingo 7 de enero de 2018.                                          
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Jorge Ismael García Corleto es escritor, presidente de la Asociación GATO para las Artes y la Cultura, licenciado en Psicología, y en Educación y master en Educación Superior; trabaja en la docencia en el Centro Escolar INSA y en la Facultad Multidisciplinaria de Occidente de la Universidad de El Salvador, en Santa Ana.

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