Vistas de página en total

lunes, 30 de septiembre de 2019

CIVISMO AUTÉNTICO


Ismael García C.

     La educación cumple su función social cuando aporta al progreso económico y a la integración social, hacia una ciudadanía que conozca sus deberes y obligaciones e identificada con la nación. Sin embargo, en cuanto a la formación del espíritu nacional, se limita a organizar ceremonias y desfiles que honran a la patria, a los próceres independentistas y a los símbolos del imaginario de la nación salvadoreña.  

     Durante la colonia, la educación tenía como objetivo la enseñanza de la lengua de los invasores y la obediencia, luego ofreció formación básica exclusiva para los estratos de criollos y sus descendientes, y después para la población originaria de estratos sociales altos, aunque algunos integrantes de las clases bajas podían acceder a una instrucción básica de lectoescritura. 

     La independencia centroamericana del imperio español se conmemora el 15 de septiembre de 1821, pero El Salvador surge como país hasta que se emitió la primera Constitución Política, en febrero de 1841, y se celebra en la fecha 15 de septiembre, porque fue utilizada por los integracionistas para mantener la cohesión de los países. (Vidal, 1969). La escuela, después de la independencia, formó a la clase media ligada a funcionarios y administradores de los bienes del Estado y desatendió la formación ciudadana del salvadoreño.
     En la escuela poscolonial, a la enseñanza pública se le asignó enseñar a los ciudadanos sus nuevos derechos y deberes individuales, la transmisión de nuevos valores que debían contribuir a la creación de una conciencia nacional y a un nuevo imaginario colectivo. 

     Durante el período conservador continuaron catequizando a la población y enseñando las primeras letras. En el período liberal del general Gerardo Barrios asignaban la lectura de la Constitución a los niños escolares, y la lectura semanal del Diario Oficial en los colegios (educación media). Después, el Plan Gavidia pretendía crear un modelo educativo basado en la lectura de moral, ética, y leyes. Pero posteriores gobiernos y la oligarquía, se limitaron a la lectoescritura y decreció la educación de la ciudadanía y de la identidad nacional.

     EEUU aumentó su poder en Centroamérica para contar con una ruta marítima alterna, construyendo un canal en el Rio San Juan, Nicaragua. Los liberales nicaragüenses contrataron al filibustero William Walker para vencer a los conservadores y tomó el poder en 1856, obtuvo apoyo de los estados esclavistas para tomar tierras, impuso el inglés como idioma oficial y legalizó la esclavitud. Pero los centroamericanos organizaron una fuerza militar contra Walker, en la que por El Salvador participaron Gerardo Barrios y Ramón Belloso. 

     El historiador Héctor Lindo Fuentes, refiere que Estados Unidos impuso en El Salvador como candidato presidencial de 1910 a Manuel Enrique Araujo, quien siendo mandatario enfrentó amenazas y conspiraciones. En 1912, los obreros y los estudiantes rechazaban el imperialismo y la invasión de los marines a Nicaragua y formaron comités de defensa en rechazo a la presencia de EUA en Centroamérica. Ante esto Araujo tuvo que pronunciarse en contra de la intervención norteamericana. La bandera salvadoreña azul y blanco refiere al unionismo de Centroamérica y es un símbolo antiimperialista, entregado a las tropas salvadoreñas un 15 de septiembre de 1912, y se retiró la bandera de las barras y las estrellas vigente desde 1865; también se impuso una medalla al General Juan Cañas, quien luchó contra Walker. 

     Durante el mandato del general Maximiliano Martínez impulsaron la formación de valores ciudadanos e identitarios, se implantó la Cartilla del Ciudadano, que enaltecía los principios cívicos y morales. A través de la radio instruían a los padres para la educación de los hijos en valores morales y en la formación del carácter nacional. Instituyó la ciudadanía como asignatura, desde el nivel inicial hasta el superior y se incluyó la identidad como eje transversal en las asignaturas de historia, dictado, lengua española, música y deporte. Martínez, quería crear un “hombre salvadoreño” en la línea ideológica y con el patrocinio del Tercer Reich.

     La Reforma educativa del 68 sentó las bases de la escolarización para todos, incluyendo al nivel universitario. Se formó docentes exprés en muchas escuelas normales. La guerra civil (1979-1992) afectó la convivencia ciudadana y la cobertura educativa; además aumentó la migración hacia Estados Unidos. Tal tendencia impactó en la cultura salvadoreña, incorporando rasgos de una identidad foránea que afecta a la identidad salvadoreña. 

     Los Acuerdos de Paz, en 1992, implicaron nuevos retos en la educación para la ciudadanía, especialmente en cuanto a la armonía social y la solución de conflictos, los cuales se incluyeron en el currículo de forma esporádica a mediados de los noventa. A inicios del siglo XXI hubo cambios en educación y una inversión sistemática, pero hasta ahora se trata el tema de la ciudadanía y algo sobre identidad nacional en las asignaturas de Estudios Sociales y Cívica, y en Moral, urbanidad y cívica. 

     Habermas trata la concepción de ciudadanía entre una definición político-legal y otra socio-sicológica, o afectiva. La ciudadanía legal se refiere a la pertenencia política al Estado, se adquiere al nacer y es inherente al ser humano. La ciudadanía socio-sicológica procede de una identificación propia y singular con un grupo nacional particular. 

     Herder (1959) vincula la identidad política colectiva a compartir una cultura común, construida desde el lenguaje (se comparte ideas, creencias, valores, mitos y visiones). En una comunidad se construye el volksgeist o espíritu del pueblo de cada nación, y lo define como las fuerzas creativas inconscientes que se manifiestan en actividades de las comunidades humanas. Para Ellacuría (1991, p.211), “el espíritu del pueblo representa el marco insuperable donde deben moverse los espíritus individuales, donde pueden desarrollarse los individuos de cada pueblo”. 

     El estadounidense Henry Giroux (1988,) plantea desde la pedagogía crítica que el término “ciudadanía puede ser entendido en parte como un proceso político de construcción del sentido, como un proceso de regulación moral y producción cultural mediante el cual las subjetividades particulares son establecidas alrededor de lo que significa ser miembro del Estado-nación y, que  la escuela infunde profundamente en el desarrollo del niño” (p.125).  A finales del siglo XIX, se señala que la escuela “es el medio a través del cual la sociedad renueva de continuo los condicionamientos de su propia existencia” (Durkheim, 1975, p.106). La escuela preserva la cohesión y los valores de la sociedad, forma la identidad en una cultura con determinadas tradiciones, idiosincrasias, imaginario y respeto por su comunidad y su geografía.

     El fomento de los valores de la nacionalidad se contempla en la Ley de Cultura, en la Ley General de Educación y en los Fundamentos de la Educación Nacional, se enfoca como parte de la política educativa. La escuela no debe declinar en su capacidad formadora de identidad y ciudadanía, para que no se generalicen: la desintegración familiar, el individualismo, la delincuencia, la violencia en cualquiera de sus formas y niveles, la migración forzada, el rechazo a las instituciones, la mimetización cultural, el irrespeto a las libertades democráticas, el consumismo y la baja autoestima. La escuela debe fortalecer la identidad nacional, los valores del ciudadano que supera con su esfuerzo legal y ético: la pobreza, la corrupción, la conflictividad social y la delincuencia, debe llevar al alumnado por los senderos de la ciudadanía del siglo XXI.
…………………
Jorge Ismael García Corleto es escritor, presidente de la Asociación GATO para las Artes y la Cultura, licenciado en Psicología, y en Educación y master en Educación Superior; trabaja en la docencia en el Centro Escolar INSA y en la Facultad Multidisciplinaria de Occidente de la Universidad de El Salvador, en Santa Ana.