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domingo, 19 de septiembre de 2021

ANTE EL BICENTENARIO DE LA INDEPENDENCIA SALVADOREÑA

 

Ismael García C.

 

El Bicentenario de la independencia patria no es significativo para algunas personas. El proceso de Independencia es un hecho histórico sobre el cual se ha construido un lugar común, dogmatizado, sustentando héroes y ejemplos sociales que han devenido en fósiles que impiden la identificación, el conocimiento y el protagonismo de nuevos modelos y valores sociales, acordes con la trayectoria nacional de los siglos XX y XXI.

Además de contribuir a crear un sentimiento de pertenencia a la comunidad nacional, el festejo independentista legitima un determinado orden político y social, el predominio de un sector de la sociedad emancipador y frena la existencia de una comunidad más plural, igualitaria y democrática. El rito anual se constituye en un recurso didáctico y de control social, en parte gracias al simbolismo que se impone, los significados atribuidos a la Independencia funcionan como correlatos de contención social, retrasando avanzar hacia una comunidad más plena, que por el contrario enfrentó autoritarismo represivo, conspiración, expropiación de ejidos y de tierras comunales, censura, descalificación mediática, allanamiento de casas, persecución, prisiones arbitrarias, tortura, exilio y otros.

La historia nacional legitima la preeminencia social de la aristocracia criolla, el acceso de ésta al poder oficial, cuando se hizo necesario mudar el control social de hecho que ejercía sobre el pueblo (españoles, criollos, indígenas, zambos y mulatos), durante la Colonia, a legalidad republicana. La elite conformó la nacionalidad, pero frenó la libertad.

Las celebraciones patrias sirvieron para la creación de una identidad colectiva o sentimiento nacional, se disimuló la incoherencia de un sistema político que, una vez organizada la república, se alejaba de la soberanía popular. Por el contrario, se requiere una nación organizada, que comparte un ideario social, con trabajadores productivos y responsables, con administradores y políticos probos y éticos, perseverantes, estudiosos y profesionales en actualización permanente, comunicadores sociales objetivos.

Cada septiembre el mundo oficial, la opinión pública y los diversos actores que con motivo de la conmemoración rinden homenaje a la historia nacional, reiteran un discurso cuyo contenido quedó fijado desde las primeras celebraciones y ha sido avalado por la mayor parte de la historiografía, como una crónica de los sucesos políticos y bélicos. A los salvadoreños nos enseñan el himno desde la niñez, la oración a la bandera y otros símbolos patrios relacionados con las gestas independentistas de septiembre de 1821, pero también hubo sublevaciones patriotas populares ahogadas, como la de 1814.

La historia fortalece instituciones, respalda trayectorias, prestigia y legitima el accionar de los grupos sociales, aún más a la elite dirigente, a los héroes militares y a la generalidad de administradores públicos nacionales, civiles, eclesiásticos y militares.

Desde el siglo XIX se identifica el interés en resaltar sólo aspectos, valores y modelos positivos. La independencia, sus significados y valores son reiterados e intocables por la fortaleza del discurso oficial o por la eficacia de los medios de ideologización. Se representa a la república como plena, con imperio de la ley y libertad, democracia, orden y estabilidad, pese a la evidencia. Se ha vuelto tabú toda crítica de la idea, imagen o noción que las instituciones o personas tienen de sí mismas, de las demás, o de la trayectoria histórica nacional. El estudio de la trayectoria histórica del país, de una persona, grupo social o institución, más que como explicación, les sirve para afirmación de identidad y de legitimidad de su poder, autoridad, respetabilidad pública y privilegios.

La celebración de la independencia transformada con el tiempo en gesta nacional festeja el acceso al poder de la aristocracia criolla, se limita a rendir honor a próceres y a militares. De acontecimiento libertario y republicano, promotor de la libertad y la igualdad, la ciudadanía y sus derechos, se tornó en muro de contención de las aspiraciones democráticas, de la sociedad. La forma en que se celebra y el protagonismo exclusivo de la elite impide apreciar la evolución del país, la heterogeneidad social, el protagonismo de los sectores menesterosos, que fueron actores sociales relevantes.

No obstante, cada generación tiene derecho a proponer sus propios hitos, símbolos y modelos. Se debe actualizar la lucha por la justicia, la dignidad y la democracia, los derechos, libertades, la participación y el bienestar ciudadanos, el no emigrar obligados hacia los países que nos depredan. Las luchas protagonizadas por personas de toda edad y condición merecen un lugar en la historia. Pero cualquier iniciativa alternativa es censurada o ignorada. El significado que se le ha atribuido a las gestas de independencia está fijado, variar la interpretación se considera atentatorio contra la ley y el orden.

La narrativa de la evolución del país como un todo homogéneo, bajo la sabia dirección de sus gobernantes y el heroísmo de sus militares, ahora se ve permeada por actores al margen de ellos y sus modelos, de sus beneficios y seguridades. La realidad histórica es plural, heterogénea, contraria a la complacencia en un pasado del cual se declara protagonistas a las élites añejas. Se lucha contra la naturalización de la desigualdad y la jerarquía, por la justicia, la equidad, la inclusión social, la libertad de avanzar hacia una efectiva cultura democrática, con laboriosidad, ciencia, arte y recreación, humanismo, compromiso con la justicia social, hacia un país moderno, desarrollado e inclusivo.

Es tiempo de asumir nuestra historia, de reconocer la trayectoria del último siglo, valorando a sus protagonistas confinados al anonimato, quienes lucharon por la independencia de las mayorías. El bicentenario de la Independencia es celebrado por un amplio colectivo social quienes vemos en este pequeño y querido territorio la posibilidad de una vida mejor en armonía social y con el entorno, que reafirme nuestro ser y valer.

Santa Ana, El Salvador, 19 de septiembre de 2021.

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Jorge Ismael García Corleto es escritor, presidente de la Asociación GATO para las Artes y la Cultura, licenciado en Psicología, licenciado en Educación, master en Educación Superior; y egresado de doctorado en educación, trabaja en la docencia en el Centro Escolar INSA y en la Facultad Multidisciplinaria de Occidente de la Universidad de El Salvador, en Santa Ana.

jueves, 2 de septiembre de 2021

EN EL MES CÍVICO, EN EL MARCO DEL BICENTENARIO.

    La vida nos dio la oportunidad de llegar hasta este día 1 de septiembre de 2021, en el cual inicia la conmemoración del mes de la independencia patria de nuestro querido país El Salvador. Un momento como este ocurre por segunda vez en medio de una pandemia y ahora exactamente en el marco del bicentenario de esta nación que sobrevive, se sobrepone y supera todos los obstáculos pese a ser una pequeña parte de la patria grande centroamericana, un punto geográfico enmarcado en un entorno geopolítico en el que poderosos intereses políticos y económicos extranjeros y nacionales nos quieren mantener subsidiarios de ellos y empequeñecidos. Sin embargo, le pese a quien le pese, cada día su laborioso y empoderado pueblo se empeña en su desarrollo, crece más en sus aspiraciones libertarias y en la toma de decisiones y acciones, consecuente con su autodeterminación democrática irrefrenable.  

Jorge Ismael García C.