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viernes, 5 de enero de 2018



REFLEXIONES DE UN DOMINGO EN CASA
REFLEXIONES DE UN DOMINGO EN CASA

Ismael García C.

Cada amanecer en el que abrimos los ojos nos enfrentamos a un nuevo día, el cual esperamos nos ofrezca mejores oportunidades en todos los aspectos.

Pese a nuestras esperanzas, la realidad no se presenta siempre tan prístina y fácil de enfrentar. Hay momentos en que se deben tomar decisiones muy difíciles, correr riesgos para intentar salir adelante en lo que emprendemos o lo que siempre hacemos. Y hay otros momentos de relativa placidez en los que las personas próximas que queremos o apreciamos la pasan muy difícil, y sufrimos solidariamente el dolor ajeno.

Esto no significa olvidarnos de la vida miserable y triste que llevan muchos, tantos millones de seres humanos olvidados, marginados, que están sometidos al cruel trato de morir de hambre cada día más o que mueren por la violencia desatada por las crueles y ocultas intenciones. No debemos olvidarnos de ellos y en la medida de nuestras posibilidades debemos siempre abogar por ellos.

Es afortunado aquel que ha logrado construir su hogar y no sólo en cuanto a tener un techo, una vivienda propia, un trabajo constante y digno, recursos alimentarios, salud, seguridad social, sino que también ha gozado de lo principal, de contar con una familia, una pareja a quien amar y que también le ama, unos amados hijos que cuidar y que guiar e incluso unos nietos adorados a quienes relatar las crónicas de la familia.

Siempre es grato contar con una comunidad social familiar que nos sustente, cohesione y proyecte socialmente, con una identidad que no negamos y que nos enorgullece sanamente.

Muy afortunado es quien ha logrado tener los pocos amigos que realmente se pueden contar como tales en estos tiempos del siglo XXI, pero que aún existen pese a todo el individualismo y el egocentrismo propios de un sistema de cosas hedonista, oportunista, malinchista y deetentador.

Es importante valorar ese caudal de haberes cuando ya se va acercando uno a la edad del juicio y hasta a la edad postrera.

Es bueno mirar atrás, para darnos cuenta de si fuimos fieles a los buenos ejemplos de amor, de tesón y de solidaridad que fueron nuestros padres y madres. Perdónenme mis lectores fieles, que siempre me gusta dar testimonio de lo buenos que fueron mis progenitores, y quienes se merecen cumplir siempre fielmente el mandamiento que dice: honrarás a tu padre y a tu madre. A mis padres no tuve ni tengo nada que reprocharles, me dieron todo lo bueno que pudieron en las condiciones en que les tocó ser padres de muchos hijos y de alguien como yo, que se mostraba tan independiente y capaz de sobrevivir a su manera en este mundo.

Es bueno recordar a nuestros hermanos, a nuestros abuelos y abuelas, a nuestros tías y tías, y otros memorables miembros de nuestra familia ampliada, aquellos que nos ayudaron a ser la clase de persona que ahora somos y en la que ellos han creído.

Es bueno evaluar si fuimos fieles a nuestros ideales y los mantuvimos en interés y no por puro egoísmo, los cuales por humildes que fueron nos permitieron marcar una pequeña huella de nuestro paso, y que, mejor aún, hicieron que otros siguieran aquello que valía la pena de nuestro accionar y avance.

Es bueno valorar la oportunidad que tuvimos de estudiar, de tener buenos maestros, de alcanzar una profesión y de desarrollarnos profesionalmente. Reflexionar en si aplicamos muchos de lo valioso de lo que leímos, aquellas letras orientadoras, aquellas teorías que dieron sustento a nuestra capacidad de análisis, aquellos héroes que por su entrega investigativa, social, actitudinal, por su militancia, por su dedicación a lo que atañe al espíritu, a la sensibilidad humana, a dejar un legado social, nos ayudaron a definir un carácter sólido, estable, un estilo como escritores, como cultores del arte y del humanismo indoblegable que nos mantiene en el quehacer de investigar y de pronunciarnos por la causa de los desventurados.

Pero también hay que ver hacia delante para avanzar bien en el camino que nos queda por recorrer, el cual de seguro no será nada fácil a medida que la edad se va quedando con nosotros, y nos distrae y nos frena de acometer algunas empresas con el ímpetu con que lo hacíamos antes, pero llevamos en nuestras alforjas una experiencia vital y social que no despilfarramos, desperdiciando nuestras energías en cualquier impulso que nos robe la vitalidad súbitamente.

Es más difícil vivir sin ser atacado cuando uno marca una postura política, una forma de entender la dignidad personal y social, el civismo, la moralidad, el valor humano, la convicción de luchar por una causa justa, todo eso que es tan esencial para sentirse realmente parte de una especie pensante, que trata de construir un mundo cada vez mejor, pese a la globalización que nos han recetado y que atropella mucho de nuestras ricas tradiciones culturales ancestrales.

En momentos como éste, uno pide que la vaya bien a todos sus congéneres, cooperantes y compañeros en este viaje de la vida.

No olvidamos dar las gracias por todas las grandes cosas que hemos tenido en el mundo en que nos ha tocado vivir, independientemente del valor económico, porque el valor que a fin de cuentas nos mueve a intentar seguir siendo parte de la humanidad cada día no es el valor material, sino los más grandes valores espirituales que nos fueron compartidos gratuitamente. 

Santa Ana, El Salvador, 1 de julio de 2012.

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Jorge Ismael García Corleto es escritor, director del Grupo de Actuación Teatral de Occidente (GATO), licenciado en Psicología, y en Educación y master en Educación Superior; trabaja en la docencia en el Centro Escolar INSA y en la Facultad Multidisciplinaria de Occidente de la Universidad de El Salvador, en Santa Ana.

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