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martes, 5 de febrero de 2019

INFLEXIÓN POLÍTICA SALVADOREÑA


Ismael García C.
En el terreno político, llega un momento en que se define si las condiciones histórico-sociales se mantendrán o si tienen que cambiar, pues tras períodos de cierta estabilidad -fundada sobre la explotación de las mayorías-, el continuo se rompe como resultado de crisis agudas, por el malestar sostenido, que por su regularidad se vuelve una costumbre, pero no es normal ni propio de un estado de derecho, sobre todo si atenta contra la alimentación, la salud, la seguridad (social, jurídica y económica), el trabajo y el salario justo, el equilibrio emocional, las oportunidades de estudio, de superación, y un retiro digno. Las carencias apuntadas, y otras más, requieren políticas públicas que lleven a resolver los problemas que afectan a la población.
Los partidos políticos que gobernaban al final de la guerra fratricida salvadoreña y después de ésta –de acuerdo con lo que señala Dagoberto Gutiérrez-, se asociaron para obtener réditos del neoliberalismo a través del bipartidismo, y ahora han realizado una campaña política violatoria del código electoral, que abusó del aparato mediático y de las instituciones públicas del Estado, sin que nadie los sancionara, para evitar que naciera y se desarrollara una tercera alternativa política que recurría como uno de sus medios privilegiados a la comunicación en redes informáticas y llamaban troles a esos usuarios reales y que emitieron votos a favor de Bukele.
Cuando Bukele se distanció de la cúpula del FMLN, fue objeto de ataques por el partido que lo postuló a dos alcaldías, el Tribunal Supremo Electoral canceló al partido CD y retrasó la inscripción del partido Nuevas Ideas, lo que obligó a inscribir la candidatura de Nayib desde el partido GANA. Además, permitió que los partidos tradicionales iniciaran la campaña política con mucha anticipación, como una propaganda engañosa, antiética, que destacaba o creaba errores y defectos, tergiversando información, difamando a Bukele, declarándole insano mental, utilizando recursos ilícitos para ocultarlo o atacarlo, hasta  en la esfera privada, manipulando a las Instituciones y al aparato mediático, dejando que irrespetaran el silencio electoral, mientras que a Bukele lo sancionó.
La campaña sucia es condenable, y se debe regular con claridad los límites entre lo ético y lo antiético, entre la libertad de expresión y el abuso de la misma, pero las regulaciones se vuelven insuficientes si no se construye y desarrolla una conciencia ciudadana que supere los intereses de grupos privilegiados que concentran un gran poder económico y/o político. Esa situación no cambiará si no se denuncia y se persigue jurídicamente a los abusadores y a las autoridades que facilitan tales abusos. 
Los problemas que afectan a las mayorías desposeídas (delincuencia, asesinatos, latifundismo, desempleo, atraso técnico y científico, sub-alimentación, falta de viviendas dignas, de escuelas y de centros de salud y hospitales; bajo salario real, saqueo de los fondos de pensiones, y otros), no pueden resolverse sin erradicar sus causas, por esta razón las clases populares, víctimas de la explotación y de la corrupción de quienes las depredan, decidieron enfrentarla a través de la lucha política.
Los partidos tradicionales justifican su pérdida de caudal electoral en el mes de marzo del año 2018 en factores ajenos a la decisión de la población de no asistir a las urnas, de anular sus votos o racionalizan que tienen nuevos escaños a su favor en la Asamblea Legislativa y una mayor cuota de alcaldías municipales, atribuyendo esto a su propia imagen y no admiten sus propios abusos y sus errores. Esta actitud sobrada mantenida durante la campaña y hasta ahora, se debe a que suponen que una mayoría poblacional no alcanza a comprender la responsabilidad del Estado en garantizar educación y oportunidades laborales a los jóvenes, a quienes consideran como ninis (que no estudian ni trabajan) y, por el contrario, están tomando conciencia y recurriendo a la política como instrumento de lucha ante la magnitud de los problemas nacionales.
Las fuerzas reaccionarias reprimen a quienes afecten sus intereses económicos o sus privilegios de clase y hacen creer a los ciudadanos que para que la democracia exista basta con ejercer el sufragio, y aprobar leyes que alivien su precaria situación, en un régimen democrático representativo, donde la ley y las instituciones están a favor de la elite, y esto se reflejó incluso en los supuestos debates presidenciales. Pero, al resurgir la esperanza, y el rebrote de conciencia, esta coyuntura electoral significa para el pueblo que millones de personas tengan la posibilidad de ser alguien, dignificados en la lucha, construyendo el porvenir, con la garantía para todas las personas reales, de condiciones humanas de existencia, de satisfacción de sus necesidades materiales. Además, el pueblo debe desarrollar una conciencia colectiva, solidaria, que cultive la memoria de los luchadores sociales que se interesaron en el bienestar humano.  
Los supuestos analistas políticos, que van de un programa a otro o de un medio de comunicación a otro, creyendo que tienen gran credibilidad, expresan datos sesgados, sin superar su egocentrismo, descalificando a quienes asumen un nuevo liderazgo y a sus seguidores, tratando de camuflar un régimen y un sistema corruptos, del cual han sido beneficiarios o cómplices. Y en esto pueden caer analistas políticos académicos que se adaptan al escenario mediático. Para este caso, no reconocían la presencia de Nuevas Ideas en el territorio, pese a las concentraciones multitudinarias que lo recibían aquellos a quienes les hacía propuestas de gobierno –las que no le reconocían los medios y los analistas, como tampoco le reconocían la ayuda humanitaria consistente en alimentos y brigadas de salud.
Mientras tanto, los partidos políticos tradicionales y sus asociados se dedicaron a repartir láminas, arroz donado por China y a poner demandas contra Nayib. Y, pese a sus alianzas, las instituciones, la empresa privada y los medios de comunicación, no pudieron detener la acometida del movimiento social que llevó a Nayib Bukele a ganar la presidencia en esta fecha. Ahora, el presidente electo deberá evitar la fragmentación, seleccionar cuadros responsables, leales, probos, y alcanzar un alto grado de organización e integración, en aras del interés social y administrar con sabiduría, cuidando los detalles para una gestión eficiente, efectiva, eficaz y transparente.   

Santa Ana, El Salvador, 3 de febrero de 2019.


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Jorge Ismael García Corleto es escritor, presidente de la Asociación GATO para las Artes y la Cultura, licenciado en Psicología, y en Educación y master en Educación Superior; trabaja en la docencia en el Centro Escolar INSA y en la Facultad Multidisciplinaria de Occidente de la Universidad de El Salvador, en Santa Ana.
 

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