Ismael García C.
En dos
años de pandemia Covid-19, hemos experimentado
zozobra e incertidumbre, una amenaza real que cobra millones de vidas humanas,
que afecta la subsistencia, que exige asumir nuevas formas de convivencia
humana -prudente y responsable-, para aprender a vivir con los riesgos. Pero
también hemos mantenido y nos ha sostenido la esperanza.
Ha sido
necesario transitar hacia nuevas formas de aprendizaje y de actuación social y
laboral. El uso de las herramientas virtuales ha permitido continuar los
procesos educativos, lo que significa la posibilidad de ampliar los horizontes
educativos al afrontar los nuevos retos, observando a la vez las limitaciones
que esta modalidad de educación virtual implica en el desarrollo socioemocional
y académico de los estudiantes, lo que afecta los procesos formativos.
En el
afán de avanzar hacia la normalización y fortalecer los procesos de aprendizaje
integral y de calidad del estudiantado es oportuno insistir en una labor
académica que integre a la mayor parte del estudiantado en la actividad presencial,
dejando un 40% de la labor de enseñanza en clases o actividades virtuales.
Las
experiencias objetivas y las necesidades socioemocionales y académicas dejan en
claro que el retorno a las aulas de forma presencial posibilita una mayor
profundización de los aprendizajes, una recuperación de hábitos de estudio-trabajo,
y la revitalización en muchos de ellos de las habilidades socioemocionales que
la virtualidad ha deteriorado.
Aun y
cuando no se cumplan las condiciones a que apunta el párrafo anterior, la idea es
seguir formando al estudiantado con mayor calidad desde una propuesta
semipresencial, en un ambiente acondicionado, en función de aportar al cuidado
de la bioseguridad de tal manera que podamos superar como comunidad educativa,
el reto global que la pandemia impone. Debemos preparar las condiciones
necesarias para un retorno seguro de la comunidad educativa. Dicha tarea es una
responsabilidad compartida y significará un trabajo conjunto entre familias y centro
que posibilite calificar la educación.
La apertura mental y la escucha
activa de las necesidades de los integrantes de la comunidad educativa en
relación con la educación es clave para ejercer un
liderazgo competente y en consonancia con la realidad actual. A la vez, cada integrante de la comunidad
educativa debe asumir proactivamente su papel en la gestión, puesto que ante
circunstancias que obligan a transformarnos y a transformar nuestras prácticas es
necesario poner atención a las personas, aplicar enfoques inclusivos y
abiertos, aprender, formarse más y lograr un avance en la comunicación.
Santa Ana, El Salvador, 28 de enero de 2021.
……………………
Jorge Ismael García
Corleto es escritor, preside la Asociación GATO para las Artes y la Cultura,
licenciado en Psicología, licenciado en Educación, master en Educación
Superior; y egresado de doctorado en educación.
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