Ismael García C.
En el terreno político, llega un momento en que se define
si las condiciones histórico-sociales se mantendrán o si tienen que cambiar,
pues tras períodos de cierta estabilidad -fundada sobre la explotación de las
mayorías-, el continuo se rompe como resultado de crisis agudas, por el
malestar sostenido, que por su regularidad se vuelve una costumbre, pero no es normal
ni propio de un estado de derecho, sobre todo si atenta contra la alimentación,
la salud, la seguridad (social, jurídica y económica), el trabajo y el salario justo,
el equilibrio emocional, las oportunidades de estudio, de superación, y un
retiro digno. Las carencias apuntadas, y otras más, requieren políticas
públicas que lleven a resolver los problemas que afectan a la población.
Los partidos
políticos que gobernaban al final de la guerra fratricida salvadoreña y después
de ésta –de acuerdo con lo que señala Dagoberto Gutiérrez-, se asociaron para
obtener réditos del neoliberalismo a través del bipartidismo, y ahora han
realizado una campaña política violatoria del código electoral, que abusó del
aparato mediático y de las instituciones públicas del Estado, sin que nadie los
sancionara, para evitar que naciera y se desarrollara una tercera alternativa política
que recurría como uno de sus medios privilegiados a la comunicación en redes
informáticas y llamaban troles a esos usuarios reales y que emitieron votos a
favor de Bukele.
Cuando Bukele se
distanció de la cúpula del FMLN, fue objeto de ataques por el partido que lo
postuló a dos alcaldías, el Tribunal Supremo
Electoral canceló al partido CD y retrasó la inscripción del partido Nuevas
Ideas, lo que obligó a inscribir la candidatura de Nayib desde el partido GANA.
Además, permitió que los partidos tradicionales iniciaran la campaña política con
mucha anticipación, como una propaganda engañosa, antiética, que destacaba o
creaba errores y defectos, tergiversando información, difamando a Bukele, declarándole
insano mental, utilizando recursos ilícitos para ocultarlo o atacarlo, hasta en la esfera privada, manipulando a las
Instituciones y al aparato mediático, dejando que irrespetaran el silencio electoral,
mientras que a Bukele lo sancionó.
La campaña sucia es condenable, y se debe regular con
claridad los límites entre lo ético y lo antiético, entre la libertad de
expresión y el abuso de la misma, pero las regulaciones se vuelven insuficientes
si no se construye y desarrolla una conciencia ciudadana que supere los
intereses de grupos privilegiados que concentran un gran poder económico y/o
político. Esa situación no cambiará si no se denuncia y se persigue
jurídicamente a los abusadores y a las autoridades que facilitan tales
abusos.
Los
problemas que afectan a las mayorías desposeídas (delincuencia, asesinatos, latifundismo,
desempleo, atraso técnico y científico, sub-alimentación, falta de viviendas
dignas, de escuelas y de centros de salud y hospitales; bajo salario real,
saqueo de los fondos de pensiones, y otros), no pueden resolverse sin erradicar
sus causas, por esta razón las clases populares, víctimas de la explotación y
de la corrupción de quienes las depredan, decidieron enfrentarla a través de la
lucha política.
Los partidos tradicionales justifican su pérdida de caudal
electoral en el mes de marzo del año 2018 en factores ajenos a la decisión de
la población de no asistir a las urnas, de anular sus votos o racionalizan que
tienen nuevos escaños a su favor en la Asamblea Legislativa y una mayor cuota
de alcaldías municipales, atribuyendo esto a su propia imagen y no admiten sus propios
abusos y sus errores. Esta actitud sobrada mantenida durante la campaña y hasta
ahora, se debe a que suponen que una mayoría poblacional no alcanza a comprender
la responsabilidad del Estado en garantizar educación y oportunidades laborales
a los jóvenes, a quienes consideran como ninis (que no estudian ni trabajan) y,
por el contrario, están tomando conciencia y recurriendo a la política como
instrumento de lucha ante la magnitud de los problemas nacionales.
Las fuerzas
reaccionarias reprimen a quienes afecten sus intereses económicos o sus privilegios
de clase y hacen creer a los ciudadanos que para que la democracia exista basta
con ejercer el sufragio, y aprobar leyes que alivien su precaria situación, en un
régimen democrático representativo, donde la ley y las instituciones están a
favor de la elite, y esto se reflejó incluso en los supuestos debates
presidenciales. Pero, al resurgir la esperanza, y el rebrote de conciencia, esta coyuntura electoral
significa para el pueblo que millones de personas tengan la posibilidad de ser
alguien, dignificados en la lucha, construyendo el porvenir, con la garantía
para todas las personas reales, de condiciones humanas de existencia, de
satisfacción de sus necesidades materiales. Además, el pueblo debe desarrollar
una conciencia colectiva, solidaria, que cultive la memoria de los luchadores
sociales que se interesaron en el bienestar humano.
Los supuestos analistas políticos, que van de un programa
a otro o de un medio de comunicación a otro, creyendo que tienen gran
credibilidad, expresan datos sesgados, sin superar su egocentrismo, descalificando
a quienes asumen un nuevo liderazgo y a sus seguidores, tratando de camuflar un
régimen y un sistema corruptos, del cual han sido beneficiarios o cómplices. Y
en esto pueden caer analistas políticos académicos que se adaptan al escenario
mediático. Para este caso, no reconocían la presencia de Nuevas Ideas en el
territorio, pese a las concentraciones multitudinarias que lo recibían aquellos
a quienes les hacía propuestas de gobierno –las que no le reconocían los medios
y los analistas, como tampoco le reconocían la ayuda humanitaria consistente en
alimentos y brigadas de salud.
Mientras
tanto, los partidos políticos tradicionales y sus asociados se dedicaron a
repartir láminas, arroz donado por China y a poner demandas contra Nayib. Y,
pese a sus alianzas, las instituciones, la empresa privada y los medios de
comunicación, no pudieron detener la acometida del movimiento social que llevó
a Nayib Bukele a ganar la presidencia en esta fecha. Ahora, el presidente
electo deberá evitar la fragmentación, seleccionar cuadros responsables, leales, probos, y alcanzar
un alto grado de organización e integración, en aras del interés social y administrar
con sabiduría, cuidando los detalles para una gestión eficiente, efectiva, eficaz
y transparente.
Santa Ana, El Salvador, 3 de febrero de 2019.
……………………
Jorge Ismael García Corleto es escritor,
presidente de la Asociación GATO para las Artes y la Cultura, licenciado en
Psicología, y en Educación y master en Educación Superior; trabaja en la
docencia en el Centro Escolar INSA y en la Facultad Multidisciplinaria de
Occidente de la Universidad de El Salvador, en Santa Ana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario