Ismael García C.
Paz (del
latín pax), definida en sentido positivo, es un estado a nivel social o
personal, deseable para uno mismo o para los demás como una meta de vida, en el
cual se encuentran en equilibrio y estabilidad las partes de una unidad.
Definida en sentido negativo, la paz es la ausencia de
inquietud, violencia o guerra.
En lo individual, "paz" es un estado interior libre de
sentimientos negativos como la ira, y el odio.
La paz social es entendimiento y buenas relaciones entre grupos,
clases o estamentos sociales. El consenso permite unas buenas relaciones,
mutuamente beneficiosas, entre los individuos, a distintos niveles, en sana
convivencia. Es necesario que cada persona tenga las mismas oportunidades de
desarrollarse y le sean respetados sus derechos fundamentales.
En la realidad siempre habrá conflictos, por lo que se requiere
la capacidad de manejarlos y superarlos usando métodos no violentos como la
protesta pacífica, el diálogo y la negociación. Las guerras son un instrumento
violento para resolver conflictos, y evitarlas es un imperativo ético.
Para vivir en paz debe evitarse la intransigencia, el fanatismo
y la arrogancia de personas o grupos que imponen por la fuerza, sus ideas, su
estilo de vida y sus creencias.
Los pacíficos son cordiales, tolerantes, fuertes, justos,
flexibles, ecuánimes.
La violencia es el uso de la fuerza para resolver conflictos, a
consecuencia de la intolerancia y el desconocimiento entre personas de ideas,
etnias, clases sociales, culturas o religiones diferentes. La violencia es el
antivalor más deshumanizante.
Los violentos son intransigentes, injustos, crueles, desalmados
e insensatos. A las personas conflictivas les es imposible llegar a un acuerdo
por mínimo que sea, todo les molesta y más si afecta sus intereses personales,
buscan imponerse, crean dificultades en su espacio laboral, discuten por
nimiedades, se interesan en chismes.
Los violentos rechazan el diálogo, promueven violencia armada y
el tráfico de armas y se imponen con atropellos, injusticias, amenazas,
aterrorizando e incluso asesinando a sus opuestos, aunque sean civiles
indefensos.
Grandes personas fueron asesinadas por defender los derechos
humanos, por clamar por la paz. Mohandas Karamchand Gandhi, nacido en la India,
luchó pacíficamente por la independencia de su país frente al dominio
británico. Resistencia no-violenta se llamó a esta táctica o no-violencia
activa, de protestar contra las injusticias haciendo marchas, manifestaciones,
ayunos y desobediencias, serenamente y sin agredir a nadie.
Para Martin Luther Luther King, Jr. en su Carta de Birmingham,
escrita en prisión: la verdadera paz no es simplemente la ausencia de tensión:
es la presencia de justicia.
Nuestro pasto salvadoreño, Monseñor Oscar Arnulfo Romero, fue
asesinado por sicarios tras llamar al cese de la represión contra el pueblo y
haberse mantenido fiel al ejemplo de Juan el Bautista y de Cristo, de seguir la
opción preferencial por los pobres.
No se debe matar la protesta social, la rebeldía pacífica como
ha ocurrido en Colombia.
Se requiere la iniciativa personal para vivir los valores. La
paz interior surge como un producto del autoconocimiento, del autocontrol del
egoísmo y de la prepotencia, de saber escuchar y comprender las debilidades
propias y ajenas, y de interesarse en los demás, expresando nuestro punto de
vista oportunamente y escuchar, sin ira, lo cual facilita la comunicación y
aumenta las posibilidades de superar los desacuerdos y las dificultades.
La paz es fundamental para las vidas de las personas, las
familias y las naciones. Se debe vivir la fraternidad y la armonía entre los
seres humanos, en contraposición a la guerra y los conflictos. Pero la paz no
comienza desde fuera, sino desde dentro. La pérdida de la paz interior se debe
a la intolerancia e incomprensión.
La paz suele perderse fácilmente cuando una nación entra en
conflicto con otra y tenemos que vivir sus consecuencias o cuando en la familia
predominan los malentendidos.
La paz es el fruto de saber escuchar, de entender las
necesidades ajenas. Es importante pensar con serenidad, olvidarse del afán de
poder y buscar el justo medio entre las diferencias.
La familia, la escuela y el estado deben orientar la
convivencia. Es necesario conversar y precisar propósitos de mejora de
beneficio común. Es importante no discutir o quejarse de los demás ante los
niños, saber sobrellevar las dificultades, evitar que otros sufran por nuestro
mal humor, disculpar, crear las condiciones apropiadas para hacer agradable la
convivencia.
La paz es la base fundamental para construir una sociedad sana y
funcional. En el hogar se aprende a vivir y construir la paz, pero hasta en una
familia cariñosa puede perderse la paz, pues es muy frágil. La paz no se da al
instante, sin esfuerzo, ni por mandato, ni se compra o pide prestada, ni solo
se espera que llegue, la paz se promueve, se logra y se protege cada día.
Se otorgan premios internacionales de la paz a mandatarios que
no los merecen, pues enfrascan a las naciones en guerras, disturbios,
intervenciones en territorio ajeno y limpiezas étnicas.
Se debe restablecer la paz en el ámbito social, económico,
político, pues la paz es convivencia respetuosa, prosperidad general, justicia,
empresas en función social, reservas forestales, ríos y manantiales limpios,
desarmarse e impulsar relaciones solidarias.
El hedonismo consumista pone la ley al servicio de unos cuantos,
que se apoderan de las oportunidades de todos. En los medios de comunicación
masiva destacan la violencia armada. La violencia no debe ser tolerada como
inevitable y no debe ser practicada ni con chismes en la web.
La paz es respeto, solidaridad y oportunidades para todos.
Debe posibilitarse a los ciudadanos una vida digna, armoniosa,
sin desigualdades, sin discriminación, con empleo, educación y salud accesible
y de calidad para todos. La paz se vive reconociendo los derechos propios y los
ajenos, enseñando a los hijos a distinguir entre el bien y el mal, formando en
ellos una conciencia de rectitud. Los padres y los adultos en general,
especialmente los docentes, debemos modelar respeto a la vida humana y sus
derechos, dignificarla, y hacer civismo con sentido ético, sin pedir días
compensatorios para hacerlo.
Nos honra como docentes reconocer, aun humildemente, el gran
aporte social de exalumnos dedicados, con un buen desempeño académico, y
disciplinados, de la escuela pública, como el Licenciado José Armando Flores
Alemán, quien ahora es Ministro de Economía y enorgullece también a su familia,
a Santa Ana y a El Salvador.
Sigamos en el camino de un país que construye un futuro digno
para todos, especialmente para los que siempre fueron postergados. Tenemos que
construir la paz entre todos, con una ley justa, con una democracia real,
comprometida, con verdadera solidaridad e inclusión social.
Santa Ana, 1 de septiembre de 2013.
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