Ismael García C.
Un país es independiente si no se somete a la autoridad de otro. Los países del continente americano se independizaron
de las naciones europeas que los conquistaron y colonizaron. ¿Pero
realmente son independientes estos países? ¿Qué significado tiene la
independencia para las y los salvadoreños actuales? ¿Basta apegarse a la
ley de símbolos patrios para cumplir lo legal y seguir un protocolo de
actos cívicos?
En El Salvador y en Centroamérica, el mes de la patria es septiembre, ya que el 15 de dicho mes se conmemora la Independencia,
aunque ésta en realidad se gestó en un largo proceso – recuérdense las
acciones en que participó Pedro Pablo Castillo-, que no culminó en esa
fecha, la cual se adopta porque se suscribió un acta de declaración de
la misma que se generalizó, no sin algunas luchas, al resto de la región
centroamericana. No obstante, los beneficios económicos de la
independencia fueron vislumbrados y disfrutados por los criollos y no
así por la generalidad de la población mestiza y mucho menos aún por los
indígenas, no por gusto ocurrió la rebelión de los nonualcos,
encabezada por Anastasio Aquino.
La
población actual participa en la fiesta popular, en la alegría
generalizada, haciendo onerosos gastos en exhibición de armas y desfiles
militares, bandas musicales, pirotecnia y cree que los desfiles son una
tradición para la población civil y estudiantil, que reclama la
presencia de señoritas porristas en las calles. Este concepto patriótico
forma parte del discurso ideológico, los políticos lo hacen suyo y
permean el pensamiento de afectividad.
En
un mundo interdependiente en materia económica y en proceso de
globalización, difícilmente un país en vías de desarrollo, que hace
esfuerzos para estar a la vanguardia, puede crecer sin apoyarse en
otros. Pero aún si es un país como El Salvador, en el cual la
dependencia implica subordinación a los países desarrollados.
No
existe Independencia cuando la pobreza afecta a la mayoría poblacional
debido a una crisis económica severa, a la inseguridad, la violencia, el
déficit habitacional, el desempleo, los salarios indignos, la
dependencia tecnológica y científica del extranjero, el bajo nivel de la
educación, el mal servicio de salud, una red vial deteriorada, las
cárcavas por doquier, la corrupción, la desconfianza hacia la
administración pública, la zozobra ante las inclemencias del clima, y el
auge de la delincuencia que es capaz de paralizar al país y pretende
doblegarlo. A diario grupos de salvadoreños buscan emigrar pues no hay
condiciones para arraigarse en su propia patria.
El
Salvador es un país dependiente, no sólo por circunstancias económicas,
sino también por la manera en la que el Gobierno ha manejado las
relaciones internacionales, haciéndonos cada vez más dependientes de los
Estados Unidos incluso en lo político y en otros aspectos. Nuestra
dependencia no ocurre por circunstancias fundamentalmente ineludibles,
sino porque así lo han dispuesto nuestros gobernantes.
La
independencia real sólo se logra cuando se alcanza un nivel de
desarrollo que permite no depender ni comercialmente, ni económicamente
de las grandes potencias. El Salvador aún depende mucho de Estados
Unidos, tanto que un millón de salvadoreños viven en ese país y
sostienen a sus familias mediante remesas que constituyen un ingreso
importante para la nación. Ni siquiera dentro de nuestro país somos
independientes, pues casi la mitad de la población vive en la pobreza y
es económicamente dependiente. ¿Qué independencia puede ser aquella en
la que no se concreta el principio de no intervención y el derecho de autodeterminación de los pueblos?
En
economía, tecnología, industria militar y producción de conocimiento,
El Salvador cada vez más dependientes de los EEUU y de Europa, allí se
forman nuestros investigadores e intelectuales.
Los
gobernantes pretenden posicionar al país como una economía emergente,
que otorga facilidades para la inversión, pero básicamente sólo se abren
y cierran maquilas y se
construyen call centers y grandes centros comerciales para que las
transnacionales realicen inversiones estrictamente necesarias para
impulsar nuevos productos y servicios superfluos, que impulsan el
consumismo y se refuerza las diferencias sociales a partir del consumo
desigual. Tales espacios generan poco empleo y las enormes ganancias
salen de las fronteras patrias. Nuestros países pierden la posibilidad
de autoabastecerse y proporcionar seguridad alimentaria a su pueblo,
esto empeoraría si sólo nos dedicamos a producir biocombustibles, por
ejemplo.
Las
nuevas generaciones son altamente influidas por culturas foráneas y
desprecian nuestros valores y tradiciones, la inconformidad los lleva a
evadir su responsabilidad social, y muestran desconfianza e incredulidad
hacia las figuras de los personajes considerados como héroes históricos
de la patria. Ante esto, conviene generar un nuevo concepto de héroes
patriotas, con rasgos contemporáneos de una participación ciudadana de
una nueva generación salvadoreña activa, esta responsabilidad no sólo
implica rememorar y revivir un patriotismo que festeja el pasado, sino
que refuerza desde la comprensión de los procesos histórico-sociales de
fondo, cuáles son las obligaciones de cada uno de los ciudadanos.
Para
conservar la dignidad patriótica, es prioritario que El Salvador
promueva la participación ciudadana, la cual constituye el principal
elemento para tomar decisiones del rumbo nacional. No resulta claro para
muchos el uso del termino independencia y se espera que la nueva
generación le dé importancia y que se diseñen estrategias para que cada
salvadoreño comprenda que la independencia no sólo son recuerdos y
homenajes a los héroes historiográficos, sino trabajar conjuntamente
para transformar a El Salvador en una nación independiente, segura,
sana, de buen nivel educativo, industrializada, honesta, sabia y
científica.