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jueves, 1 de marzo de 2018



MONÓLOGO DE LA TERCERA LLAMADA

Ismael García C.

Estoy aquí de pronto, corriendo hacia el escenario, desde donde conversaba distraído, soñando en mi vieja cama, en mi casa ajena, al lado de mi mujer por mí obsesionada y decepcionada, pero llamado a actuar en un gran salón popular, con un fondo de telones desteñidos, a improvisar, sin ropaje especial, con éste que no viene de un buen guardarropa, reconozco en la umbra del sueño que está viejo, gastado, deslucido, raído, ajado, como viejo, gastado, deslucido, raído y ajado me veo yo, sin ningún maquillaje en esta tercera llamada que me llegó de improviso.
Sin abrir mi equipaje, más que el de las vivencias del alma, este tercer llamado me hace hablar aquí, de prisa y sin pensarlo, en el entorno que atiende mi voz y mis desplazamientos.
En el naufragio de lo que soy recuerdo que en la adolescencia nos inspira el amor y todos los que estamos aquí hablamos de él. ¿Pero dónde quedó el amor imperecedero de la juventud? ¿Dónde está el mor que cultivaste? ¿Dónde?
Hoy vuelvo a soñar y estoy aquí otra vez, pero el verano ya pasó, se mezclaba en mi memoria la acción y el dolor de garganta que empezó en la noche anterior, el invierno se ha impuesto… llueve mucho, hace tanto tiempo que mi ventana dejó penetrar el frío.
Unos nos necesitamos a otros, hoy quizás mucho más que ayer, y por eso buscamos el amor en quien está muy lejos, no nos escriben una carta para leerla una y otra vez, en las frías noches e inviernos, son tan solo correos electrónicos, mensajes a menudo tan triviales en sus contenidos que trivializan la relaciones humanas.
Por muy lindo ropaje que se pongan las palabras de hoy, en este mare magnum, qué contar como el miserable poeta que soy, qué cantarle a los hombres y a las mujeres de hoy, qué cantarle a los niños, qué mirar para que otros vean lo que percibo, qué miran los jóvenes de ahora, qué sienten las personas.
Qué cantan las madres con dulce voz a los bebés de los futuros hombres y mujeres, que verán el mundo con sus propios ojos, sentirán y cantarán con su propia voz, especialmente en la soledad.
Muchos en realidad están solos, no solo parece que están solos, se sienten solos, cerrados y encerrados en sí mismos, enconchados de afuera para adentro, defensivos hasta el cansancio y aunque canten y rían, parece que están solos, tan solos que se hacen selfin, fotografía de uno mismo, tomadas por uno mismo. ¿Es que da miedo dar la cámara a otros? ¿No se puede confiar en nadie? ¿Es que no ha quedado nadie, alguien que responda a mi voz de poeta, que rompa los muros y mire desde su corazón a mi corazón agitado?
¿Me quedaré afónico hablándole a los rostros quietos y fijos de quienes se han quedado en silencio mirando mis ojos? Si cantamos alto desde un canto profundo, lanzado libre en el viento, nuestro canto podrá ser compartido por otros humanos con ansias semejantes, con nuestros mismos anhelos, con la timidez y la desconfianza que nos imponen los años de esperanzas y decepciones, de anhelos y temores, con un suspiro que alivia la represión de más de quinientos años.
Mi pequeña huella no vuelve, tan solo queda un sendero de penas, que nos muestra la angustia de Dios en un dolor que es nuestro, donde las aguas marinas cantan la canción de la soledad, de estar solo en público, que Konstanislavki más certero, ¿cómo se le habrá ocurrido su teórica soledad que se traduce sin personificaciones en casi un vacío total?
Hasta el agua profunda nos arrastrará este maremoto que nos deja la huella de sal. Yo sigo soñando como ayer pero ya no puedo despertarme tan temprano como me despertaba antes, pero hay que mantenerse despierto para no dormirla, para no perderla, para seguir adelante en la vida y con la frente por delante, bien levantada, con todo el orgullo de quien se sabe importante al menos para su familia, en la medida en que se dio la vida y dio su vida por otros.
¡Ay Dios del que no! Ese sí que se va a ir directo al infierno, no importa cuántas misas se paguen o cuanto falso testimonio rindió.
Mientras unos repiten monótonas letanías, rumian pareceres trillados, repetitivamente cacofónicos, redundantes, tautológicos hasta el tic… otros soñamos caminos, viendo en la tarde las colinas doradas, los verdes llenos de ecológica vida, las rosas, los geranios y las pascuas rojas y blancas, los árboles frutales, el maíz, los maquilishuat de nuestro país y las ceibas que sostienen el mundo.
A vos te brindo mi voz, te entrego mis versos desgajados, el fruto marchito de mi ser, para que retomes la semilla del árbol añoso, para que con ellas produzcas mejores flores y frutos. A ti te pertenecen mis versos, el escaso trabajo de toda una vida, mi poco actuar, mi mal pintar, queda en deuda musicalizar con el sonido de la transformación social, pero no mi vivir… aunque debí vivir más y mejor, pero me acompañó el amor.
No soy tan alto como quise ser, pero el camino me llevó hasta donde Dios me dejó llegar. Mamá y papa se quedaron en su propio atardecer y en su otoño, no viví como ellos hubieran querido que viviera, ni como mis hermanos quisieron, ni como mi mujer quiso, ni como mis hijos quisieran, viví al margen como la mayoría suele vivir, buscando manifestar mi identidad y la identidad de mi país, con un mundo que tuvo los mismos colores de todo el mundo, aunque me quedé aquí y nunca llegué más allá de donde mis ojos alcanzaban a ver el horizonte, pero aun así vi mucho más.
A esta edad, sin mucho porvenir, lo que queda es reconocer que la vida es corta como siempre nos dijeron, como nos dicen ahora y hay que vivirla plenamente, a pleno pulmón y a plena sangre.
No nos quedemos esperando una oportunidad, esa llega cuando uno menos se lo espera, pero hay que estar atentos para verla pasar, la puerta se abre para los que entienden cómo hacerlo, y no se trata de cualquier puerta, solo hay una puerta que nos corresponde aunque las opciones sean muchas, la vida continúa aunque no sigamos acá, pero dejemos huella, juntemos nuestras manos, nuestros sueños, nuestros pasos, nuestras voces, unidas unas a otras, fundidas como una histórica y magna voz que pide justicia, la exige para todos, con todo derecho, con todos los decibelios y una multitudinaria convicción, Justicia, libertad, solidaridad. Que nuestro canto suene y resuene hoy como ayer, y que siga resonando mañana tan alto como se pueda.
Que tus sueños se iluminen y se realicen como estos locos e incontrolables sueños míos, que me expusieron a regaños, a burlas y a descréditos, mas siempre me llevaron hasta el fantástico mundo de la creación. Explora tu mundo, escríbelo, recorre el calendario sacándole provecho a cada día y no te importe el qué dirán si practicas la autodeterminación colectivista, y eso es pensar y actuar para los demás y por los demás, aun cuando por ahora no te lo agradezcan. Lo importante es que seas tú sin estar a la moda, sin ser metrosexuales o chicas fashion. Se trata de ser y no de tener.
No permitan que los maltraten, aunque tengan el cuerpo y el corazón contrahechos, aunque nunca hayan poseído belleza o riqueza o que ya no la posean, aunque ya estén marchitos, desvencijados, no pierdan su dignidad. Sigan adelante con el ímpetu de la juventud aunque se esté fugando de sus vísceras, de sus músculos, de su piel y de sus cabellos.
Gigantes de la experiencia son, no bagazo de fruto exprimido. Mientras puedan aguanten y suban la cuesta aunque cambien de velocidad para no fundirse. Pónganle doble cañuela al radiador, inventen lo que quieran, improvisen, pero no se detengan, sigan a toda dignidad y en pleno vuelo.

Santa Ana, El Salvador, 17 de julio de 2015.
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Jorge Ismael García Corleto es escritor, director del Grupo de Actuación Teatral de Occidente (GATO), licenciado en Psicología, y en Educación y master en Educación Superior; trabaja en la docencia en el Centro Escolar INSA y en la Facultad Multidisciplinaria de Occidente de la Universidad de El Salvador, en Santa Ana.

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