NUESTRO ARTE Y NUESTRA CULTURA
Ismael García C.
Nuestro arte y nuestra cultura no
surgen en el vació, ocurren en un espacio, en un territorio y en un tiempo
específicos, con antecedentes y referentes previos, en medio de una población,
de una comunidad que forma parte de ese territorio aunque este último sea
virtual.
Territorio es una porción de
espacio perteneciente a una nación, región, provincia. Según Rafestin (1983)
“el producto que resulta a partir del espacio por las redes, circuitos y flujos
proyectados por los grupos sociales. El territorio es generado a partir del
espacio y resulta de la acción de los distintos agentes, desde el estado al
individuo, pasando por todas las organizaciones pequeñas o grandes.
Según Lefebre el espacio es la
prisión original y el territorio es la prisión que el hombre se proporciona. El
término territorio hace también referencia a la noción de límite, la cual
explica la relación que mantiene un grupo con una porción del espacio. La
acción de este grupo genera la delimitación. Se pertenece a un territorio que
posee fronteras.
Los creadores de América Latina,
como los de otras regiones crean a partir de sus experiencias y en su obra
influyen: el medio ambiente, las costumbres, la manera de ser y de pensar, sus
raíces y su pasado. Es más universal quien más local es, pues el conocimiento
de lo propio no limita, por el contrario da el marco referencial para saber y
valorar qué somos y que no somos.
Se requiere un arte rico,
múltiple y variado, afín a lo que se hace en Europa o en los Estados Unidos,
pero con características propias: la variedad es riqueza si un artista crea
pensando en su “territorio”, su lugar específico creado con sus costumbres, con
sus valores, con su forma de ser, y ese substrato se articula a las
circunstancias históricas, políticas y sociales. Las fronteras del arte no se
corresponden con las fronteras físicas o políticas. El arte como cualquier otra
expresión cultural tiene las suyas, que suelen estar dadas por el significado
profundo de sus productos.
Las categorías planteadas por
Panowsky mantienen vigencia en el estudio y análisis de la obra de arte, pues el
arte se produce en un tiempo y en un lugar. A nivel teórico en los últimos años
con la supuesta explosión del arte latinoamericano se ha pretendido afirmar que
los conceptos de territorio, frontera e identidad no tienen sentido, a partir
de la invasiva globalización mundial. Existe un mayor interés hacia un
determinado grupo de artistas. El arte es una de las formas de conocimiento más
completas que existen, no puede ser superficial, pero un determinado arte
“globalizado” muy poco podría enseñar, porque no tendría asideros.
Pero en América latina más de
ciento cincuenta millones de personas están mal informadas pues los medios están
en manos de monopolios. Sin las mismas posibilidades y recursos no se
generaliza la “sociedad del conocimiento”. Los centros hegemónicos plantean que
los nuevos creadores latinoamericanos no tienen fronteras, pero los museos, las
galerías y los comisarios o curadores deciden a que creadores destacar o
silenciar y los van confinando dentro de un compartimiento estanco, pero
globalizado, de obras cuyas características no permiten precisar un territorio.
Muchos curadores que pretenden configurar nuestra historia del arte no conocen
la realidad de nuestros países, la lucha cotidiana de crear en condiciones precarias.
En muchas de las exposiciones de
arte latinoamericano efectuadas en Estados Unidos y Europa se muestra a América
Latina como un todo unitario, sin matices. Pero como señala Ivo Mesquita,
Latinoamérica no comprende una identidad única, sino que en ella conviven por
lo menos seis grupos culturales diferentes: Amazonia y el caribe (Venezuela, el
norte de Brasil, el este de Colombia, las Guayanas y el Caribe), El Cono Sur
(Argentina, Chile, Uruguay, Paraguay y el sur de Brasil) el Grupo Andino
(Bolivia, Ecuador, Perú y Colombia); México, Centro América y el Nordeste
Brasileño. Son muy conocidas las clasificaciones de Marta Traba y la del
sociólogo brasileño Darcy Ribeiro y hay más que refuerzan que lo
latinoamericano como tal no existe.
Los artistas Latinoamericanos de
hoy participan, conocen y trabajan en un entorno internacional y sus
preocupaciones ya no son las de
generaciones previas, en territorios donde ha ocurrido una de las
mayores mezclas y sincretismos de gentes, culturas y tradiciones. Para
referirse a América Latina se debe de tener en cuenta las particulares situaciones
en las que se vive, sin olvidar los condicionantes históricos, las múltiples
inmigraciones y su entorno geográfico.
Muchos de los artistas latinoamericanos
que crean en sus lugares de origen, han sido conocidos hasta que participan en
eventos internacionales en la metrópoli, muchos de ellos viven en continua
adaptación, lo que enriquece y amplía su perspectiva, al confrontar y al mismo
tiempo tener la posibilidad de un arte al nivel del centro, de poder hacer
valer su arte no en una subcategoría por el hecho de tener el calificativo
latinoamericano.
Algunos artistas trabajan en
territorios de las identidades, personales e íntimos, en las regiones de los
deseos, del sexo, del feminismo y de la homosexualidad, de la miseria, de la
soledad, de la violencia, del terror y de la muerte, de las minorías, de la
religión y del racismo.
El enfrentarse al arte a través y
por el cuerpo muestra la gran variedad de lenguajes en la época de mayor
libertad que ha vivido el mundo del arte como lo señala Arthur Danto en su
libro Después del fin del arte. Estos artistas aportan su lenguaje, su
conocimiento, su historia, su cultura, su religión, sus creencias en un período
de construcción y de deconstrucción del cuerpo.
Algunos creadores plásticos han utilizado
su obra para incidir, mostrar, denunciar, concienciar sobre alguna situación
socio política.
Otros artistas muestran en sus
obras la cultura popular de su comunidad, sus costumbres, actitudes, memoria,
gustos, recuerdos de su niñez, la imagen de los abuelos, de la familia, y de
sus vecinos.
Conclusiones
No hay características
definitorias, taxativas, que permitan ubicar
una obra en un país o en un territorio, pero todos los artistas crean a partir
de lo que conocen, de su realidad, su cultura, sus ancestros, cada artista es
un mundo y se ve obligado a enfrentar la comercialización del arte bajo la
óptica de la generalización, y la incidencia del comercio en su homogeneización,
lo que a su vez altera y sustituye las expresiones comunales, por expresiones
estereotipadas y chauvinistas.
Las identidades aun si los artistas las
reflejen en sus obras son excluidas por la crítica actual y los discursos de
los museos y de los curadores.
Las políticas de
internacionalización del arte deben sustentarse en el conocimiento de nuestras
realidades y con la participación directa y activa de quienes viven y trabajan
en estos países.
Santa Ana, El
Salvador, 26 de febrero de 2018.
……………………
Jorge
Ismael García Corleto es escritor, presidente de la Asociación GATO para las
Artes y la Cultura, licenciado en Psicología, y en Educación y master en
Educación Superior; trabaja en la docencia en el Centro Escolar INSA y en la
Facultad Multidisciplinaria de Occidente de la Universidad de El Salvador, en
Santa Ana.
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