Llegamos con los esfuerzos que normalmente acompañan la
ruta de vida que todos nos trazamos, apoyados por los colectivos familiares,
sociales y laborales, congregaciones religiosas, de asistencia social y
protección, que se dedican a velar por los otros, a educar y cultivar valores,
artes y cultura, y tantas otras personas que atienden las necesidades de los
seres humanos, especialmente de los más necesitados.
Este momento lleva no solo a gozar del espíritu alegre de
la Navidad, sino también a reflexionar y mejorar como personas. Este cierre de
año y la inminente llegada del otro hace replantearse metas o plantear otras,
que puedan superar las experiencias y los conocimientos positivos, los cuales
se espera sean beneficiosos para nuestra existencia y la de los demás.
La Navidad ha sido y es un momento propicio para expresar
cercanías, para reunirse con parientes que están distantes en el mismo
territorio nacional o que viven en el extranjero. El aprecio mutuo fortalece el
espíritu. Cuando las personas se respetan, viven en paz y se aman, comparten
valores que enaltecen: la solidaridad, la confianza, y otros, es posible
apoyarse mutuamente y brindarse consuelo cuando la situación es dura o
amenazante, se sobrellevan y afrontan pérdidas, duelos, momentos aciagos. Vale
la pena el abrazo solidario, la empatía social real.
Ante el nuevo año se debe perseverar en el proyecto de
vida, en el sueño compartido de una sociedad mejorada y más justa, en la que
nuestros seres queridos, ya sean mayores, o que vengan a la saga de nuestro andar
cuenten con un futuro promisorio, bonanza y prosperidad.
Vayan estas palabras y sean bien recibidas por aquellos con
quienes nos conocemos, por nuestros compañeros y nuestros amigos, y muy
especialmente por nuestras familias queridas, a todos les agradecemos que nos
han acompañado en nuestro andar.
Ismael García C.
31 de diciembre de 2024
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