Ismael
García C.
La sociedad actual es
descomprometida, desinteresada, individualista e indiferente. Los adultos, irresponsablemente,
tendemos a hacer transmisión de esas actitudes a los jóvenes y perjudicamos sus
posibilidades de desarrollo, al grado de que la mayoría de jóvenes no tienen un
proyecto de vida. Se fracturan los macrorrelatos explicativos y predictivos, los
imaginarios que estructuraban la vida en sociedades que creían avanzar hacia un
destino glorioso. Debemos educar asumiendo nuestra función orientadora como
maestros, en cumplimiento responsable de la misión de construir una ciudadanía
ética. Se trata de superar lo individual para intentar construir desde lo
colectivo, posibilitando la construcción social desde la activa participación
en un proyecto educativo incluyente.
La escuela brinda la
capacidad de pensar la educación como un medio de superación personal, pero
además permite entender que, a su vez, es un proceso más amplio e inclusivo,
una responsabilidad que nos trasciende. La educación adquiere su verdadero
sentido en función del otro, de una realidad más amplia.
Culminar el bachillerato es
un logro para la juventud y para sus grupos familiares, y su significación
social se evidencia con un acto de graduación. Momentos como ese nos hacen reconocer
lo alcanzado, nos llevan a consolidar lo aprendido para transferirlo a
experiencias futuras y a las nuevas generaciones. Que los egresados continúen
con los estudios depende de las posibilidades económicas de cada grupo familiar
y una responsabilidad de cada joven, en el interés de aportar a la construcción
personal y social con respeto a la diversidad, con responsabilidad individual y
social a la que los obliga el título de bachiller, al que debe aspirarse y
llegar con humildad, agradecimiento y solidaridad con los responsables de su
desarrollo y de su formación.
Nos felicitan por los logros
alcanzados y agradecemos por los buenos momentos compartidos, por lo que
hicimos bien y aprendemos de aquello que nos dejó una lección y un compromiso.
Nos quedan tareas por hacer al inicio de un nuevo año lectivo, cuyas metas
expresen acciones que reflejan los compromisos de todos.
Un nuevo año escolar con
retos académicos y compromisos personales más complejos exige vocación de
servicio, liderazgo y saberes, que cada profesor brinde su modelaje e
inspiración, que comparta proyectos, con determinación, sensibilidad y
convicciones, con honestidad, amistad, respeto y justicia. Se admira el
compromiso incondicional de cada colaborador y su gran disposición para hacer
de la institución educativa un lugar mejor.
Se debe profundizar en el conocimiento
y práctica de los valores para que haya justicia, paz, sana convivencia,
respeto a la diferencia, perdón y reparación, espacios de diálogo y mediación, en
el contexto relacional y en el accionar social real, comprometidos a fortalecer
el conocimiento de los derechos y el cumplimiento de los deberes de todo el
colectivo educativo.
Debemos formar líderes que comprendan
que el liderazgo no depende de la presencia mediática, tener una posición de
privilegio o tener habilidades comunicativas extraordinarias; ser líder no se
trata de un don, de un rasgo heredado o transmitido con apellidos reconocidos. Liderar,
tiene que ver con lo que se hace y la influencia que esto ejerce en la visión
de futuro que otros construyen. Ser líder es una decisión voluntaria que
permite que las intenciones se conviertan en acciones. La vocación de liderazgo
implica confianza y servicio, conlleva esfuerzo, sacrificio y entrega de lo
mejor de sí, se anima con la visión de cambio, el cuidado por el otro y la
fuerza de la pasión. Los educadores y los estudiantes, como líderes
transformadores, deben desarrollar su pensamiento crítico, el don de la palabra
y sus acciones desinteresadas.
Debemos seguir inspirando a
nuevas generaciones para aportarle al país personas honradas, audaces y
generosas que propongan, colaboren, planeen, se coordinen, ejecuten, dispuestos
a aprender, autocontrolados y mesurados, pues la educación es mucho más que
instrucción y que el pragmatismo utilitarista de preparar en competencias para
el mercado laboral, lo que no deja de ser importante, pero además intentamos ofrecer
una formación humana para que los jóvenes ejerzan activamente su criticidad
para entender al mundo y poder cambiarlo, que supere el condicionamiento
permanente que nos imponen los medios de comunicación, que nos imponen modas, consumo
compulsivo o manipulación política. Se trata de dignificar a las personas permitiéndoles
desarrollar su identidad humana, ser auténticas y no los otros internalizados
que nos masifican impidiéndonos ser cooperativos, solidarios, empáticos y
comprometidos con la verdad.
Hay muchas causas y utopías valiosas
para asumirlas desde la juventud, no debe desperdiciarse el potencial de los
jóvenes haciendo que pierdan el tiempo y en actitud de crítica sin sentido
hacia todo aquello que puede presentar falencias pero es perfectible en función
de cualificar la educación.
Se quiere gente comprometida
con la vida, solidaria, crítica, responsable y respetuosa de las diferencias,
activa, pensante, participativa. Se trata de reconocer las diferencias y promover
principios, acuerdos y un accionar ético. La educación en valores es sumamente
difícil, pues los educadores somos parte de una sociedad plagada de incertidumbres,
pero que se interesa en la verdad científica y la convivencia ciudadana.
Santa Ana, 06 de
enero de 2020
……………………
Jorge Ismael García Corleto es escritor, presidente de la Asociación
GATO para las Artes y la Cultura, licenciado en Psicología, Licenciado en Ciencias
de la Educación, Master en Educación Superior y estudiante de tercer año de
Doctorado en Educación; trabaja en la docencia en el Centro Escolar INSA y en
la Facultad Multidisciplinaria de Occidente de la Universidad de El Salvador,
en Santa Ana.
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