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jueves, 13 de febrero de 2020

AL CIERRE DE UN AÑO LECTIVO Y EL INICIO DE OTRO


Ismael García C.
La sociedad actual es descomprometida, desinteresada, individualista e indiferente. Los adultos, irresponsablemente, tendemos a hacer transmisión de esas actitudes a los jóvenes y perjudicamos sus posibilidades de desarrollo, al grado de que la mayoría de jóvenes no tienen un proyecto de vida. Se fracturan los macrorrelatos explicativos y predictivos, los imaginarios que estructuraban la vida en sociedades que creían avanzar hacia un destino glorioso. Debemos educar asumiendo nuestra función orientadora como maestros, en cumplimiento responsable de la misión de construir una ciudadanía ética. Se trata de superar lo individual para intentar construir desde lo colectivo, posibilitando la construcción social desde la activa participación en un proyecto educativo incluyente. 

La escuela brinda la capacidad de pensar la educación como un medio de superación personal, pero además permite entender que, a su vez, es un proceso más amplio e inclusivo, una responsabilidad que nos trasciende. La educación adquiere su verdadero sentido en función del otro, de una realidad más amplia. 

Culminar el bachillerato es un logro para la juventud y para sus grupos familiares, y su significación social se evidencia con un acto de graduación. Momentos como ese nos hacen reconocer lo alcanzado, nos llevan a consolidar lo aprendido para transferirlo a experiencias futuras y a las nuevas generaciones. Que los egresados continúen con los estudios depende de las posibilidades económicas de cada grupo familiar y una responsabilidad de cada joven, en el interés de aportar a la construcción personal y social con respeto a la diversidad, con responsabilidad individual y social a la que los obliga el título de bachiller, al que debe aspirarse y llegar con humildad, agradecimiento y solidaridad con los responsables de su desarrollo y de su formación. 

Nos felicitan por los logros alcanzados y agradecemos por los buenos momentos compartidos, por lo que hicimos bien y aprendemos de aquello que nos dejó una lección y un compromiso. Nos quedan tareas por hacer al inicio de un nuevo año lectivo, cuyas metas expresen acciones que reflejan los compromisos de todos.

Un nuevo año escolar con retos académicos y compromisos personales más complejos exige vocación de servicio, liderazgo y saberes, que cada profesor brinde su modelaje e inspiración, que comparta proyectos, con determinación, sensibilidad y convicciones, con honestidad, amistad, respeto y justicia. Se admira el compromiso incondicional de cada colaborador y su gran disposición para hacer de la institución educativa un lugar mejor. 

Se debe profundizar en el conocimiento y práctica de los valores para que haya justicia, paz, sana convivencia, respeto a la diferencia, perdón y reparación, espacios de diálogo y mediación, en el contexto relacional y en el accionar social real, comprometidos a fortalecer el conocimiento de los derechos y el cumplimiento de los deberes de todo el colectivo educativo.

Debemos formar líderes que comprendan que el liderazgo no depende de la presencia mediática, tener una posición de privilegio o tener habilidades comunicativas extraordinarias; ser líder no se trata de un don, de un rasgo heredado o transmitido con apellidos reconocidos. Liderar, tiene que ver con lo que se hace y la influencia que esto ejerce en la visión de futuro que otros construyen. Ser líder es una decisión voluntaria que permite que las intenciones se conviertan en acciones. La vocación de liderazgo implica confianza y servicio, conlleva esfuerzo, sacrificio y entrega de lo mejor de sí, se anima con la visión de cambio, el cuidado por el otro y la fuerza de la pasión. Los educadores y los estudiantes, como líderes transformadores, deben desarrollar su pensamiento crítico, el don de la palabra y sus acciones desinteresadas.  

Debemos seguir inspirando a nuevas generaciones para aportarle al país personas honradas, audaces y generosas que propongan, colaboren, planeen, se coordinen, ejecuten, dispuestos a aprender, autocontrolados y mesurados, pues la educación es mucho más que instrucción y que el pragmatismo utilitarista de preparar en competencias para el mercado laboral, lo que no deja de ser importante, pero además intentamos ofrecer una formación humana para que los jóvenes ejerzan activamente su criticidad para entender al mundo y poder cambiarlo, que supere el condicionamiento permanente que nos imponen los medios de comunicación, que nos imponen modas, consumo compulsivo o manipulación política. Se trata de dignificar a las personas permitiéndoles desarrollar su identidad humana, ser auténticas y no los otros internalizados que nos masifican impidiéndonos ser cooperativos, solidarios, empáticos y comprometidos con la verdad. 

Hay muchas causas y utopías valiosas para asumirlas desde la juventud, no debe desperdiciarse el potencial de los jóvenes haciendo que pierdan el tiempo y en actitud de crítica sin sentido hacia todo aquello que puede presentar falencias pero es perfectible en función de cualificar la educación. 

Se quiere gente comprometida con la vida, solidaria, crítica, responsable y respetuosa de las diferencias, activa, pensante, participativa. Se trata de reconocer las diferencias y promover principios, acuerdos y un accionar ético. La educación en valores es sumamente difícil, pues los educadores somos parte de una sociedad plagada de incertidumbres, pero que se interesa en la verdad científica y la convivencia ciudadana.

Santa Ana, 06 de enero de 2020
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Jorge Ismael García Corleto es escritor, presidente de la Asociación GATO para las Artes y la Cultura, licenciado en Psicología, Licenciado en Ciencias de la Educación, Master en Educación Superior y estudiante de tercer año de Doctorado en Educación; trabaja en la docencia en el Centro Escolar INSA y en la Facultad Multidisciplinaria de Occidente de la Universidad de El Salvador, en Santa Ana.     

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