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jueves, 10 de octubre de 2019

LA AUTORREALIZACIÓN EN FUNCIÓN SOCIAL


Ismael García C
     En la historia humana, en cada contexto y condición histórico-social-económica, millones de personas han adquirido obligaciones y han debido cumplir compromisos de acuerdo con los roles que les tocó desempeñar en los diversos aspectos y agrupaciones de las cuales se forma parte, ya se trate de la pertenencia a una familia, a un grupo de amigos, a una asociación civil, a una institución, a una empresa y otros, en los cuales se actúe como jefe, como líder grupal o como integrante.
Las acciones que se realicen al interior de toda agrupación o las que se establezcan con otras agrupaciones benefician o perjudican al grupo de pertenencia, pero cabe recordar que algunos grupos son referencia para el accionar de otros.

     En el transcurso de la vida humana se adquieren compromisos que fortalecen la responsabilidad y que van forjando el carácter y la madurez. Quienes han contado con la posibilidad de posicionarse socialmente o económicamente en espacios y estatus favorables, aún más si han ascendido socialmente por la vía del estudio, deben recordar que todo el esfuerzo y dedicación puesto en el empeño de prepararse aporta a una vida ciudadana responsable, de derechos, deberes y obligaciones. Estudiar implica respeto de las normas, disciplina personal, dedicación y desarrollo del pensamiento crítico. 

     El ámbito laboral tiene normas que deben acatarse no solo en términos de contratos, pues toda empresa tiene obligaciones que corresponden al área específica de instituciones estatales, que velan por que se cumplan las regulaciones pertinentes. Quienes culminan su formación universitaria, son juramentados durante el acto de graduación para formalizar el compromiso social que se adquiere con la sociedad a la cual se va a servir profesionalmente, entendiéndose que la educación que se recibió, a la que se tuvo el privilegio de acceder, en un contexto económico desfavorable, se retribuye más allá de los agradecimientos y dedicatorias expresados en los informes de tesis.   

     Los ciudadanos esperan una labor realmente profesional, y con sentido humano, por parte de los profesionales que los atienden. En tal sentido, no basta solo haberse preparado para ejercer una profesión, es necesario honrarla cumpliéndola bien, con el más elevado sentido ético, especialmente si se recuerda que muchos graduados no tendrán oportunidades de trabajo. Por otra parte, los profesionales deben analizar el contexto en el cual se desempeñan, las diferentes situaciones y condiciones en las que deben actuar, para así asumir los desafíos y los compromisos, pese a las dificultades, a los rechazos, a los detractores y a las manipulaciones oportunistas que surgen en subculturas tóxicas de una sociedad competitiva. 

     La voluntad humana, acompañada de la motivación personal y la convicción de que la humanidad merece algo más, sin olvidarse de la moral y la sana convivencia lleva a desarrollar en el ser humano la capacidad para enfrentar dificultades, manteniendo el sentido positivo de su vida no solo en función personal sino en función social. 

    La frustración se impone cuando no hay voluntad de sentido, situación que perjudica la salud mental. Buscarle sentido a la vida, es contar con un proyecto personal y a la vez social que justifique la existencia. Hay personas que pierden el sentido de su vida y alivian el estrés resultante de no poder resolver sus dificultades con paliativos o placeres sucedáneos, al grado de que presentan manifestaciones vicarias de sus malestares y pueden terminar atrapados en adicciones. Ante esto se requiere capacidad de afrontamiento y resiliencia. Pero también es necesario el compromiso con la familia, con la pareja, con el trabajo, con la organización, con la profesión, con el arte, con el deporte, con la ciencia, con la academia, con la sociedad, entre otros. 

      El ser humano contrae responsabilidades y el compromiso de cumplirlas en diferentes contextos. Ser comprometido implica responsabilidad, disciplina, preparación, trazarse un objetivo, actuar altamente motivado hacia una meta y alcanzarla. Las personas comprometidas planifican sus actividades y las cumplen, no por el interés egocéntrico de lucirse ante otros, de exhibir sus capacidades y logros, sino por la pasión que se genera en su interior y que lo lleva a la autorrealización personal. El interés social, de acuerdo con Alfred Adler, se refiere al impulso en la naturaleza humana para adaptarse a las condiciones del medio social. Se expresa de manera subjetiva en la conciencia de un individuo de tener algo en común con otras personas y ser uno de ellos. Se expresa en forma objetiva en la cooperación con los demás hacia el mejoramiento de la sociedad humana.  

    El ciudadano responsable respeta y cumple el ordenamiento jurídico, respeta a los otros ciudadanos, no perturba a los demás, cumple las normas comunicacionales y preserva el medio ambiente. El compromiso ético, con uno mismo, permite lograr el desarrollo y perfeccionamiento personal y profesional, función o actividad. Los códigos de ética profesional tributan al desempeño digno y respetuoso de la profesión. El compromiso personal es un valor, un proceso interior que impulsa al ser humano a lograr sus objetivos hacia la plenitud de la vida, disfrutando lo que se realiza. 

     El deseo de autorrealización está motivado por la búsqueda individual que lleva a cumplir una serie de expectativas y a responder preguntas que marcan un determinado momento existencial. La autorrealización involucra todas las áreas del desarrollo humano. La autorrealización es la culminación de la satisfacción de las necesidades humanas, es la mayor necesidad psicológica del ser humano. Consiste en desarrollar el potencial humano: aceptarse a uno mismo, relacionarse de manera saludable con los demás (con empatía, honestidad y asertividad), saber vivir el presente con felicidad. La autorrealización es la satisfacción de haber logrado una o más metas personales y considerar que las decisiones y acciones realizadas libremente fueron las correctas.

Santa Ana, 10 de octubre de 2019. En el Día del Psicólogo salvadoreño.

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Jorge Ismael García Corleto es escritor, presidente de la Asociación GATO para las Artes y la Cultura, licenciado en Psicología, licenciado en Educación, master en Educación Superior, estudiante de doctorado en educación, trabaja en la docencia en el Centro Escolar INSA y en la Facultad Multidisciplinaria de Occidente de la Universidad de El Salvador, en Santa Ana.

miércoles, 9 de octubre de 2019

EN LOS SENDEROS DE LA JUSTICIA


Ismael García C.
 


La justicia (del latín, iustitia) es la concepción que cada civilización en determinada época tiene acerca del sentido de sus normas jurídicas; es un valor determinado por la sociedad con el fin de mantener la armonía entre sus integrantes, atañe a las reglas y normas que establecen un marco adecuado para las relaciones entre personas e instituciones, autorizando, prohibiendo y permitiendo acciones específicas en la interacción de individuos e instituciones.
   
 El fundamento cultural de la justicia se basa en un consenso social amplio sobre lo bueno y lo malo, y otros aspectos prácticos sobre cómo deben organizarse las relaciones entre personas, y se considera una virtud social el actuar conforme a esa concepción. El fundamento formal son disposiciones escritas, que aplican los jueces y personas especialmente designadas, con imparcialidad hacia los miembros e instituciones de la sociedad y los conflictos que ocurran en sus relaciones.

     Platón consideraba que la Justicia es armonía social. Aristóteles, por su parte, agrega que la justicia es igualdad proporcional, dar a cada uno lo que le corresponde en proporción con su contribución a la sociedad, sus necesidades y sus méritos personales.  El jurista romano Ulpiano planteaba que: "La justicia es la constante y perpetua voluntad de dar a cada uno su derecho". Los derechos son: "vive honestamente, no hagas daño a nadie y da a cada uno lo suyo". Justitia es una voluntad que implica el reconocimiento de lo que se estima justo y bueno. Designó originalmente la conformidad de un acto con el derecho positivo, no con un ideal supremo y abstracto de lo justo. A dicho concepto objetivo corresponde, en los individuos, una actividad inspirada en el deseo de obrar siempre conforme a derecho. 

     Para Tomás de Aquino los ciudadanos han de tener los derechos naturales, que son los que Dios les da, los cuales posteriormente son llamados Derechos Humanos. Kant sostenía que una persona es autónoma cuando elige los principios de su acción como la expresión más adecuada posible de su naturaleza de ser racional libre e igual. Los principios básicos con los cuales actúa no son adoptados desde su posición social o de sus dotes naturales, o en función de su contexto social, o de lo que se ambiciona. Actuar en base a estos principios significaría actuar de manera heterónoma. John Rawls considera que la justicia es equidad, que consiste básicamente en el principio de igual libertad, el principio de justa igualdad de oportunidades y el principio de diferencia.

La asociación de justicia con la equidad ha sido histórica y culturalmente rara. La Justicia es el saber decidir a quién le pertenecen las cosas por derecho. La Justicia es ética, equidad y honestidad, es la voluntad constante de dar a cada uno lo que le corresponde, es el referente de rectitud que gobierna la conducta y constriñe a respetar los derechos de los demás. Norberto Bobbio conceptúa la justicia como "aquel conjunto de valores, bienes o intereses para cuya protección o incremento los hombres recurren a esa técnica de convivencia a la que llamamos Derecho".

     El bien jurídico tutelado por el Derecho, o sea, el conjunto de condiciones protegidas por las normas jurídicas, se puede considerar desde una perspectiva absoluta iusnaturalista para la cual todo derecho es justo y si no es justo no es derecho. Pero visto iuspositivistamente el Derecho es condición necesaria de la justicia y a la vez, esta es una medida de valoración del derecho. Un derecho positivo es "justo o injusto" de acuerdo con un ideal subjetivo de Justicia.

     La Justicia distributiva refiere a como en la sociedad organizada se detentan los recursos disponibles, los bienes producidos y la riqueza. En la mayoría de sociedades se han manejado dos conceptos parcialmente incompatibles sobre una distribución justa de los bienes y la riqueza: la justicia según la necesidad, que sostiene que aquellos que tienen mayores necesidades de un bien deben recibir más, y la justicia según el mérito, que sostiene que aquellos que más contribuyen a la producción de bienes y riqueza deben tener una mayor proporción de los mismos. Hasta ahora los dos criterios de justicia distributiva coexisten.

     La justicia restaurativa, también llamada justicia reparadora o justicia compasiva, se enfoca en las necesidades de las víctimas y los autores o responsables del delito, y no el castigo a estos últimos ni el cumplimiento de principios legales abstractos. Hay estudiosos que sostienen que el concepto «justicia social» se corresponde con la «justicia distributiva» de Aristóteles, en tanto que la noción de «justicia conmutativa» del estagirita, corresponde a la idea clásica de justicia, en la sociedades modernas. 

     El sacerdote jesuita italiano Luigi Taparelli acuñó la expresión "justicia social" en el libro Ensayo teórico del derecho natural apoyado en los hechos, publicado en 1843, en Livorno, Italia. Taparelli, uno de los fundadores de la doctrina Social de la Iglesia, aplicó el término a los conflictos obreros frente al maquinismo y la sociedad industrial, y fundó sus ideas en renovación del pensamiento tomista; para él la justicia social era una noción diferente a la justicia conmutativa y a la justicia distributiva, del pensamiento aristotélico-tomista.

     En Inglaterra se habló de "justicia social" en los Ensayos fabianos sobre el socialismo, en 1889, entiendo a la justicia social como una finalidad ética por excelencia. Después la justicia social fue adoptada por la socialdemocracia en Inglaterra, Francia y Argentina. En 1919, se crea la Organización Internacional del Trabajo (OIT) que incorpora la noción de justicia social a su Constitución, como fundamento indispensable de la paz universal. En 1931, la noción de justicia social se incorpora a la Doctrina social de la Iglesia Católica, cuando el papa Pío XI la utiliza en la Encíclica Quadragesimo anno, como un límite a la distribución de la riqueza que reduzca la diferencia entre los ricos y los necesitados.

     La aparición en las primeras décadas del siglo XX, del constitucionalismo social, el Estado de bienestar y el derecho laboral, se vincularon con las ideas de justicia social. La idea de justicia social late en el 'equilibrio reflexivo' de los principios de justicia de Rawls: libertades básicas, principio de diferencia y la acción afirmativa como discriminación positiva, basada en la justicia como equidad, la que ha sido discutida y parcialmente resuelta por el principio de igualdad de oportunidades. Entre los temas de la justicia social se encuentran: la igualdad social, la igualdad de oportunidades, el Estado de bienestar, la pobreza, la distribución de la renta, los derechos laborales y sindicales, la inaccesibilidad a la vivienda, el desempleo y las hambrunas, etc.

     La población salvadoreña que exige avance democrático espera justicia, que se luche contra la distribución desigual de bienes, procurando el bien común, con la idea y la conciencia de que justicia equivale a paz y que se le dé respuesta a su clamor respecto a necesidades materiales, combatiendo la corrupción y aumentando las oportunidades de trabajo, el acceso a la vivienda propia y adecuada, la mejora de la seguridad social en cuanto al cuidado de la salud y de los fondos previsionales, el incremento de la inversión en educación, garantizando una atención humanizada, responsable y de calidad. Y esa población está consciente de que alcanzar ese estado de bienestar social implica el compromiso y la participación de todos los sectores.


Santa Ana, El Salvador, 9 de septiembre de 2019.
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Jorge Ismael García Corleto es escritor, presidente de la Asociación GATO para las Artes y la Cultura, es psicólogo, y educador; trabaja en la docencia en el Centro Escolar INSA y en la Facultad Multidisciplinaria de Occidente de la Universidad de El Salvador, en Santa Ana.
 


lunes, 30 de septiembre de 2019

CIVISMO AUTÉNTICO


Ismael García C.

     La educación cumple su función social cuando aporta al progreso económico y a la integración social, hacia una ciudadanía que conozca sus deberes y obligaciones e identificada con la nación. Sin embargo, en cuanto a la formación del espíritu nacional, se limita a organizar ceremonias y desfiles que honran a la patria, a los próceres independentistas y a los símbolos del imaginario de la nación salvadoreña.  

     Durante la colonia, la educación tenía como objetivo la enseñanza de la lengua de los invasores y la obediencia, luego ofreció formación básica exclusiva para los estratos de criollos y sus descendientes, y después para la población originaria de estratos sociales altos, aunque algunos integrantes de las clases bajas podían acceder a una instrucción básica de lectoescritura. 

     La independencia centroamericana del imperio español se conmemora el 15 de septiembre de 1821, pero El Salvador surge como país hasta que se emitió la primera Constitución Política, en febrero de 1841, y se celebra en la fecha 15 de septiembre, porque fue utilizada por los integracionistas para mantener la cohesión de los países. (Vidal, 1969). La escuela, después de la independencia, formó a la clase media ligada a funcionarios y administradores de los bienes del Estado y desatendió la formación ciudadana del salvadoreño.
     En la escuela poscolonial, a la enseñanza pública se le asignó enseñar a los ciudadanos sus nuevos derechos y deberes individuales, la transmisión de nuevos valores que debían contribuir a la creación de una conciencia nacional y a un nuevo imaginario colectivo. 

     Durante el período conservador continuaron catequizando a la población y enseñando las primeras letras. En el período liberal del general Gerardo Barrios asignaban la lectura de la Constitución a los niños escolares, y la lectura semanal del Diario Oficial en los colegios (educación media). Después, el Plan Gavidia pretendía crear un modelo educativo basado en la lectura de moral, ética, y leyes. Pero posteriores gobiernos y la oligarquía, se limitaron a la lectoescritura y decreció la educación de la ciudadanía y de la identidad nacional.

     EEUU aumentó su poder en Centroamérica para contar con una ruta marítima alterna, construyendo un canal en el Rio San Juan, Nicaragua. Los liberales nicaragüenses contrataron al filibustero William Walker para vencer a los conservadores y tomó el poder en 1856, obtuvo apoyo de los estados esclavistas para tomar tierras, impuso el inglés como idioma oficial y legalizó la esclavitud. Pero los centroamericanos organizaron una fuerza militar contra Walker, en la que por El Salvador participaron Gerardo Barrios y Ramón Belloso. 

     El historiador Héctor Lindo Fuentes, refiere que Estados Unidos impuso en El Salvador como candidato presidencial de 1910 a Manuel Enrique Araujo, quien siendo mandatario enfrentó amenazas y conspiraciones. En 1912, los obreros y los estudiantes rechazaban el imperialismo y la invasión de los marines a Nicaragua y formaron comités de defensa en rechazo a la presencia de EUA en Centroamérica. Ante esto Araujo tuvo que pronunciarse en contra de la intervención norteamericana. La bandera salvadoreña azul y blanco refiere al unionismo de Centroamérica y es un símbolo antiimperialista, entregado a las tropas salvadoreñas un 15 de septiembre de 1912, y se retiró la bandera de las barras y las estrellas vigente desde 1865; también se impuso una medalla al General Juan Cañas, quien luchó contra Walker. 

     Durante el mandato del general Maximiliano Martínez impulsaron la formación de valores ciudadanos e identitarios, se implantó la Cartilla del Ciudadano, que enaltecía los principios cívicos y morales. A través de la radio instruían a los padres para la educación de los hijos en valores morales y en la formación del carácter nacional. Instituyó la ciudadanía como asignatura, desde el nivel inicial hasta el superior y se incluyó la identidad como eje transversal en las asignaturas de historia, dictado, lengua española, música y deporte. Martínez, quería crear un “hombre salvadoreño” en la línea ideológica y con el patrocinio del Tercer Reich.

     La Reforma educativa del 68 sentó las bases de la escolarización para todos, incluyendo al nivel universitario. Se formó docentes exprés en muchas escuelas normales. La guerra civil (1979-1992) afectó la convivencia ciudadana y la cobertura educativa; además aumentó la migración hacia Estados Unidos. Tal tendencia impactó en la cultura salvadoreña, incorporando rasgos de una identidad foránea que afecta a la identidad salvadoreña. 

     Los Acuerdos de Paz, en 1992, implicaron nuevos retos en la educación para la ciudadanía, especialmente en cuanto a la armonía social y la solución de conflictos, los cuales se incluyeron en el currículo de forma esporádica a mediados de los noventa. A inicios del siglo XXI hubo cambios en educación y una inversión sistemática, pero hasta ahora se trata el tema de la ciudadanía y algo sobre identidad nacional en las asignaturas de Estudios Sociales y Cívica, y en Moral, urbanidad y cívica. 

     Habermas trata la concepción de ciudadanía entre una definición político-legal y otra socio-sicológica, o afectiva. La ciudadanía legal se refiere a la pertenencia política al Estado, se adquiere al nacer y es inherente al ser humano. La ciudadanía socio-sicológica procede de una identificación propia y singular con un grupo nacional particular. 

     Herder (1959) vincula la identidad política colectiva a compartir una cultura común, construida desde el lenguaje (se comparte ideas, creencias, valores, mitos y visiones). En una comunidad se construye el volksgeist o espíritu del pueblo de cada nación, y lo define como las fuerzas creativas inconscientes que se manifiestan en actividades de las comunidades humanas. Para Ellacuría (1991, p.211), “el espíritu del pueblo representa el marco insuperable donde deben moverse los espíritus individuales, donde pueden desarrollarse los individuos de cada pueblo”. 

     El estadounidense Henry Giroux (1988,) plantea desde la pedagogía crítica que el término “ciudadanía puede ser entendido en parte como un proceso político de construcción del sentido, como un proceso de regulación moral y producción cultural mediante el cual las subjetividades particulares son establecidas alrededor de lo que significa ser miembro del Estado-nación y, que  la escuela infunde profundamente en el desarrollo del niño” (p.125).  A finales del siglo XIX, se señala que la escuela “es el medio a través del cual la sociedad renueva de continuo los condicionamientos de su propia existencia” (Durkheim, 1975, p.106). La escuela preserva la cohesión y los valores de la sociedad, forma la identidad en una cultura con determinadas tradiciones, idiosincrasias, imaginario y respeto por su comunidad y su geografía.

     El fomento de los valores de la nacionalidad se contempla en la Ley de Cultura, en la Ley General de Educación y en los Fundamentos de la Educación Nacional, se enfoca como parte de la política educativa. La escuela no debe declinar en su capacidad formadora de identidad y ciudadanía, para que no se generalicen: la desintegración familiar, el individualismo, la delincuencia, la violencia en cualquiera de sus formas y niveles, la migración forzada, el rechazo a las instituciones, la mimetización cultural, el irrespeto a las libertades democráticas, el consumismo y la baja autoestima. La escuela debe fortalecer la identidad nacional, los valores del ciudadano que supera con su esfuerzo legal y ético: la pobreza, la corrupción, la conflictividad social y la delincuencia, debe llevar al alumnado por los senderos de la ciudadanía del siglo XXI.
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Jorge Ismael García Corleto es escritor, presidente de la Asociación GATO para las Artes y la Cultura, licenciado en Psicología, y en Educación y master en Educación Superior; trabaja en la docencia en el Centro Escolar INSA y en la Facultad Multidisciplinaria de Occidente de la Universidad de El Salvador, en Santa Ana.