Ismael García C.
La humanidad enfrenta una pandemia global
ante el virus (Covid 19) que cobra cientos de millares de vidas. El cierre de
fronteras y aeropuertos, y otras restricciones durante la cuarentena, y la
repentina masificación de las clases virtuales modifican nuestra labor
académica, experiencia inevitable y urgente, tal situación implica la
construcción y/o desarrollo de otra modalidad educativa y requiere mayores
equipamientos y servicios de conectividad. La medida de suspensión de la
actividad ha afectado incluso la actividad laboral, económica, artística,
cultural y recreativa, y desata un nuevo debate en torno a alternativas
educativas que apuntan a mantener la continuidad del proceso de
enseñanza-aprendizaje a través de medios virtuales. Aunque el uso de los entornos
virtuales en la educación superior es una realidad hace muchos años por el
acceso a internet y las redes vinculadas a la web y sus aplicaciones (apps), la
crisis nos obliga a solventar los rezagos de décadas en todos los órdenes.
Este desafío ha sido comparado con el de la invención de la imprenta de
Gutenberg (siglo XIV), las ediciones industriales de libros del siglo XX o la
irrupción de la multimedia (los entornos virtuales en la educación) en estos
tiempos de globalización. Quienes trabajamos en la docencia sabemos que las
clases tienden a ajustarse a la pedagogía del siglo XIX (verticales,
autoritarias, cerradas, discursivas), con docentes del siglo XX y estudiantes
del siglo XXI, que manipulan sus celulares u ordenadores, conectados a
plataformas virtuales. La era digital y los procesos virtuales irrumpen y se
debe convivir con esa realidad preparándonos. Actualmente, más docentes
empiezan a familiarizarse de forma paulatina con los entornos de
enseñanza-aprendizaje, los esfuerzos de los facilitadores o de los gerentes de
gestión online son un desafío y los estudiantes son los que menos traumas
enfrentan en esta tendencia. La educación superior ingresa a la era de una
nueva matriz teórica que se conoce como paradigma de los entornos virtuales.
Surge la preocupación por la interacción docente-estudiante, el
intercambio de mensajes por email, Messenger, Whatsapp, Facebook, twitter,
Instagram, formas de comunicación que se han vuelto cotidianas, y plataformas
para el uso de los entornos virtuales. Ahora se ingresa a los escenarios
tecnológicos especializados de trabajo remoto y en tiempo real en el campo
académico, como una necesidad y desafío para continuar el proceso pedagógico.
La comunidad académica tiene acceso institucional a Moddle, Classroom-google y
otras plataformas para gestionar la formación en línea con los estudiantes; son
sistemas de manejo sencillo y amigable donde los participantes conversan,
analizan, comparten ideas, reflexionan y avanzan en el desarrollo curricular.
La
UNESCO ha emitido un comunicado ofreciendo a la comunidad educativa
internacional un listado de herramientas tecnológicas y plataformas a distancia
que pudieran contribuir a que el impacto en el mundo educativo y en la
evolución escolar del alumnado, fundamentalmente en las etapas obligatorias,
sea lo menos negativo posible, lo cual conlleva una necesaria comprensión más
amplia de los procesos de enseñanza.
Las Nuevas Tecnologías aportan al aprendizaje dialógico, interactivo,
colaborativo y social. Sin embargo, esta nueva realidad no es tan idílica como
lo expresan muchos representantes políticos y de administraciones educativas.
Las alternativas y soluciones propuestas para educar a distancia,
fundamentalmente en la educación pública, exponen las desigualdades sociales, y
abren aún más el profundo abismo de acceso al sistema educativo.
Se
observa en las redes que muchos docentes ahora comparten experiencias de uso de
los software educativos de manera más social y la existencia de plataformas de
trabajo colaborativo que fomentan la creación de redes participativas que
favorecen un modelo de aprendizaje horizontal en el que el estudiantado puede
contribuir a la comunidad, hacia estrategias de enseñanza multidireccional.
Además de ese tipo de aportes, se debe aprovechar para incorporar nuevos
medios de aprendizaje colaborativo y cooperativo a las distintas situaciones de
aprendizaje que planteamos al alumnado. La creación colectiva de conocimiento a
través de las Nuevas Tecnologías se vuelve un desafío que debe contribuir a
reducir las desigualdades.
Sin embargo, el cambio de estrategias metodológicas para mantener las
clases en un escenario adverso, debe contar con una mayor inversión de las
instituciones responsables en programas y proyectos que procuren la reducción
de la brechas digitales y, por otro lado, con una mayor formación de los
profesionales de la enseñanza en estrategias de aprendizaje colaborativo y
cooperativo, las posibilidades didácticas inclusivas de la Web 2.0 y el fomento
de la competencia digital docente. Esto implica trabajar con sistemas
distribuidos, es decir, aquellos que cuentan con software y hardware,
conectados por una red y que son vistos como uno solo (persigue el mismo
objetivo), además que es colaborativo. Como ejemplo, las plataformas Teams,
Moodle y Zoom interconectan a diferentes usuarios en un solo punto.
Con todo habrá profesores con mayor dificultad para actualizarse, padres
de familia que no saben cómo apoyar al estudiante o no tienen los medios para
hacerlo, y un tipo de estudiante que toma la no conectividad como factor de no
presentación de sus trabajos, aun si tiene como conectarse. Para otros la
realidad es más dura aunque su actitud sea favorable. No hay que olvidarse de
quienes controlan o administran el acceso a los recursos económicos y
tecnológicos deben hacer toda la gestión posible para que pueda haber mayor
equipamiento y conectividad. Se requiere que todos los sectores intervengan
haciendo un buen trabajo colaborativo para llegar al éxito educativo.
Por otra parte, el estrés es inevitable, pero si no nos bloquea y ayuda
a la tarea es positivo. Ante eso se debe mantener hábitos de autocuidado y
practicar una rutina de trabajo que no sea extenuante, de colaboración en
tareas y una actitud resiliente.
Santa Ana, El Salvador, 13 de mayo de 2020.
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Jorge Ismael García Corleto es escritor, presidente de la Asociación
GATO para las Artes y la Cultura, licenciado en Psicología, licenciado en
Educación, master en Educación Superior y estudiante de doctorado en educación;
trabaja en la docencia en el Centro Escolar INSA y en la Facultad
Multidisciplinaria de Occidente de la Universidad de El Salvador, en Santa Ana.